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El precio de la leche,  ni el de ningún otro producto, debe fijarse por fórmulas políticas pues, por más que está sustentado en criterios técnicos, no deja de estar sujeto a variables como las del mercado.

En condiciones generales, ningún producto que no sea un monopolio estatal debe tener un precio fijado por el Estado.

Uno de los factores de éxito del desarrollo reciente del camarón, las flores y la pitahaya, por citar tres productos de exportación del país, es que no ha existido un precio mínimo que sirviera de camisa de fuerza a los comerciantes.

“La fijación de un precio puede conducir al desabastecimiento del producto”.

Más bien, la fijación de un precio puede conducir al desabastecimiento pues, si el comerciante considera que no encuentra la utilidad suficiente en un determinado producto, no lo comprará y, por tanto, no lo pondrá en el mercado.

Lo que el Estado debe hacer es buscar alternativas para mejorar el precio, como la toma de decisiones que mejoren la competitividad de la industria láctea y el fomento de métodos que conduzcan a una producción más eficiente.

Editorial de El Diario publicado este jueves 2 de junio del 2022 en nuestra edición impresa.