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La intervención en caso de incendios y otros percances requiere, más que mística y predisposición para el servicio, preparación técnica y científica, aparte de equipos en buenas condiciones.

En Manabí, los cuerpos de bomberos sobreviven con pocos recursos y mucho trabajo, con vehículos que ya cumplieron su ciclo de vida útil y, en algunos casos, con edificios destruidos.
Se necesitan fuentes que otorguen financiamiento suficiente y permanente para los cuarteles bomberiles, para que cumplan sin obstáculos su misión dirigida a proteger a la población, pues estas instituciones, a más de la lucha contra incendios, trabajan en el rescate y atención prehospitalarias a enfermos y víctimas de accidentes, rescate de personas y prevención.
Es necesario que se considere prioritaria la reconstrucción de los edificios que se destruyeron hace cuatro años, a consecuencia del terremoto, y que todavía siguen en espera de la gestión de municipios y del propio Gobierno central.
Debe dotárseles de vehículos y de equipamiento para que su trabajo sea oportuno y eficaz.
Pero, sobre todo, el Gobierno debería facilitarles capacitación técnica y científica para que estén mejor preparados.
Hay tragedias que no se anuncian y de eso en Manabí hay experiencias de sobra. Los bomberos siempre estarán, pero es menester que los gobiernos nacional y locales miren con objetividad la dimensión de su trabajo.