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Normas como la paridad de género y la inclusión de jóvenes en los procesos electorales no son acertadas, porque obliga a las organizaciones políticas a buscar personas que llenen esos requerimientos sin tomar en cuenta factores como la capacidad ni la experiencia.

Esta forma de escoger las candidaturas es una camisa de fuerza y se aleja de las figuras de la democracia. Por un lado, las leyes electorales obligan a partidos y movimientos políticos a desarrollar procesos democráticos internos para escoger a los postulantes, pero, por otro, determinan ciertas características de género y edad para los candidatos.

“Se busca eliminar la discriminación, pero el efecto que se logra es el contrario”.

De esa manera, en muchos casos, quienes conformen las listas no serán, precisamente, quienes han sido electos en las primarias.

Si bien con este tipo de direccionamiento se busca eliminar la discriminación, el efecto es el contrario: más discriminación, sobre todo contra hombres y personas mayores.

Las leyes garantizan el derecho de los ciudadanos a elegir y ser elegidos, pero los mecanismos actuales no son los idóneos para favorecer la inclusión de género y de personas jóvenes; más bien, riñen contra los preceptos de idoneidad que se busca en los candidatos. 

Editorial de El Diario publicado este martes 19 de julio del 2022 en nuestra edición impresa.