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La lucha contra la violencia doméstica debe llevar, entre otras cosas, a los cambios de patrones culturales y a un nivel de tolerancia cero en las leyes.
Los procedimientos actuales se centran en formas de reprimir la agresión, cuando llega a ser denunciada, pero no buscan la ruptura de los paradigmas sobre los roles de género.

Aunque las formas han cambiado, el machismo sigue siendo parte de la cultura, que impone clásicos roles y características definidas.

Tradicionalmente, el hombre suele ser el que toma las decisiones en el hogar y quien provee los insumos, mientras que la mujer, aunque tenga un trabajo remunerado, se ve obligada a encargarse del mantenimiento de la casa y el cuidado de los hijos.

“El machismo sigue siendo parte de la cultura, que impone clásicos roles y definidas características”.

El evidente predominio machista puede conducir a manifestaciones de violencia que, en muchos casos, terminan en atentados contra la integridad y la vida de los miembros de la familia; no solo de la pareja, sino también de los hijos y otros parientes.

No es suficiente con enviar a los agresores a la cárcel, si no hay una cultura de prevención de estos incidentes que vulneran el derecho a vivir en un entorno familiar seguro y protegido. Demandará tiempo y esfuerzos, pero hay que empezar.

Editorial de El Diario publicado este domingo 26 de diciembre del 2021 en nuestra edición impresa.