La cultura ecuatoriana volvió a tener un espacio en la Mostra de Venecia luego de más de dos décadas. La directora Ana Cristina Barragán estrenó su filme Hiedra, una historia que explora las marcas emocionales que deja el abandono en la infancia. El largometraje se convierte en la primera participación ecuatoriana en este prestigioso festival desde Ratas, ratones, rateros (1999), de Sebastián Cordero.
“Esto es muy especial y muy importante para la cultura de Ecuador”, afirmó Barragán durante la presentación en el Lido. La realizadora, de 38 años, destacó que mostrar su obra en Venecia significa abrir puertas para que más cineastas del país logren visibilidad en escenarios internacionales.
La película compite en la sección Horizontes, un apartado que busca dar espacio a propuestas innovadoras, experimentales y a nuevas voces del cine global.
La historia detrás de Hiedra
El filme narra la vida de Azucena, una joven que debe enfrentar la herida de haber abandonado a su hijo cuando aún era adolescente, y Julio, un muchacho que creció en un hogar de acogida sin conocer a sus padres. Sus trayectorias se cruzan en un encuentro marcado por el dolor, pero también por la posibilidad de hallar ternura en medio del desarraigo.
“El abandono siempre ha estado en mi trabajo”, señaló Barragán, recordando que en películas anteriores como Alba y La piel del pulpo ya había abordado esa temática. En esta ocasión, su intención fue crear personajes que, pese a sus traumas, también pudieran reflejar afecto y vulnerabilidad.
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Barragán optó por un casting natural y un reto adolescente
Como en otros de sus proyectos, la directora apostó por trabajar con actores naturales. El casting de Hiedra fue masivo: más de 1.500 audiciones en distintas localidades. El resultado fue un elenco en su mayoría adolescente, lo que aportó frescura y autenticidad a la trama.
Uno de los casos más significativos es el de Deily Ordóñez, de 21 años, quien interpreta a una de las jóvenes de la casa de acogida donde vive Julio. Barragán la encontró en el mismo centro donde rodaron la película, y para Deily, participar fue cumplir un sueño largamente anhelado: “Lo que se cuenta en la película es casi la experiencia que yo viví”, dijo, aludiendo a su paso por una institución similar.
La dirección del elenco juvenil no estuvo exenta de desafíos. Barragán explicó que recurrió a ejercicios de improvisación y trabajo colaborativo para generar confianza. Incluso algunos diálogos y bromas que aparecen en la cinta fueron creados por los propios adolescentes.
Protagonistas y matices
El papel de Azucena recayó en la actriz mexicana Simone Bucio, conocida por su actuación en La región salvaje (2016) de Amat Escalante. Barragán aseguró que desde que la vio supo que debía ser la protagonista: “Azucena es una mezcla de ira, torpeza y silencio emocional, y Simone le dio un matiz muy especial”, destacó.
Julio, en cambio, fue interpretado por Francis Eddú Llumiquinga, a quien la directora conoció en el Centro del Muchacho Trabajador de Quito. Barragán lo describió como “supremamente inteligente y muy sensible”, cualidades que resultaron esenciales para dar vida a su personaje.
Una película que refleja al Ecuador
Más allá del tema del abandono, Hiedra es también un espejo de la sociedad ecuatoriana actual. La cineasta señaló que el racismo y las desigualdades de poder atraviesan la trama de manera inevitable: “El racismo es súper fuerte en Ecuador y uno de sus principales problemas”, sostuvo.
Con Hiedra, Ana Cristina Barragán no solo consolida su carrera como una de las voces más relevantes del cine latinoamericano, sino que también devuelve a Ecuador a la Mostra de Venecia después de 26 años de ausencia. La película, que compite en la sección Horizontes, abre un nuevo capítulo en la historia del cine nacional y se erige como un testimonio artístico sobre el abandono, la resiliencia y las tensiones sociales de un país que busca reconocerse en la pantalla grande.