Con Ilkay Gündogan y Kevin De Bruyne como filtradores de lujo, Erling Haaland firmó un doblete con el que demostró su inabarcable voracidad de la que se aprovechó el Manchester City, que ganó 0-2 al West Ham en su estreno en la Premier League.
Después de la caída frente al Liverpool en la Community Shield, los hombres de Pep Guardiola no podían sufrir otro golpe. Había mucho en juego en su estreno de la Premier, pero, por encima de todos, un jugador tenía puestos todos los focos sobre su figura: Erling Haaland.
El refuerzo de mayor relumbrón del City anduvo perdido en su primer encuentro oficial. Muchos cuestionaron su idoneidad para encajar en un estilo como el del equipo de Guardiola. De hecho, frente al Liverpool, no llegó a tocar la pelota ni veinte veces a lo largo de todo el encuentro.
Aunque ya marcó en un amistoso frente al Bayern Múnich, a la hora de la verdad, falló. Guardiola tenía que hacer algún retoque para cambiar las tornas y sentó a Bernardo Silva y a Riyad Mahrez para dar entrada a Ilkay Gündogan y a Phil Foden. Con el alemán sobre el césped, el City ganó algo de verticalidad y profundidad. Y, de ello, se benefició Haaland.
Sin embargo, hasta la primera jugada decisiva del choque, tuvo muchos problemas para encontrar el camino. El West Ham, bien armado atrás, apenas dejaba huecos y el City vivió en un atasco casi continúo hasta que Gündogan dio con la tecla.
Al filo del descanso, al medio alemán se le encendió la bombilla. Antes, el City apenas gozó de un par de opciones: la primera, en un disparo de Kevin de Bruyne desde fuera del área que no encontró portería; y, la segunda, un intento de cabezazo de Haaland que no llegó a conectar con el balón por muy pocos centímetros.
El noruego, salvo esa aparición, estaba perdido entre tanto pase. Lejos de la verticalidad del Dortmund, parecía fuera de lugar. Entonces, apareció Gündogan para filtrar un pase entre líneas que necesitaba de las zancadas de Haaland, que utilizó sus poderosos pasos en carrera para tocar la pelota en el momento justo.
Alphonse Areola, que acababa de sustituir por lesión a Lukasz Fabianski, derribó claramente al noruego, que después se encargó de transformar el penalti con el que el City se marchó por delante al descanso. Haaland, seguro que se quitó un gran peso de encima. Ese arranque, y su acierto desde los once metros, le proporcionaron el crédito suficiente para jugar sin presión el segundo acto.
Del West Ham, apenas hubo noticias, salvo un cabezazo de Michail Antonio a los dos minutos. Necesitaba reaccionar con urgencia en el segundo periodo. En él, intentó adelantar sus líneas para presionar más arriba la salida del balón del City. Funcionó un rato, hasta que se rompió el partido. Y, en ese momento, Haaland entró en su territorio.
Con espacio, es imbatible. Y con lanzadores como Gündogan o De Bruyne, sus opciones de mantener intacta su voracidad sube. Y, para el segundo tanto, apareció De Bruyne para crear un pase de la nada espectacular que dejó a Haaland a tres zancadas del portero. Las dio en un suspiro, se plantó ante Areola y no perdonó.
Prácticamente ahí murió el choque. El 0-2, dejó casi definitivamente grogui al West Ham. Cuando estaba apretando las tuercas al City, apareció Haaland para apagar un posible incendio. Los ‘citizens’ sacaron tres puntos en su estreno. Eso sí, sin mucho brillo. Las apariciones de Gündogan y De Bruyne, unidas a la voracidad de Haaland, allanaron el camino al cuadro de Guardiola, que con un depredador en sus filas puede arrasar en la Premier.