Es cierto que el rigor del invierno destruyó cultivos en una importante superficie que no supera las 50.000 hectáreas, pero en el país las que se cultivan son 15 veces más que las pérdidas. Entonces pareciera que no sólo es una baja producción de alimentos por falta de ellos, sino por insuficiencia del dinero para comprarlos. Se anuncia la mayor cosecha de arroz en algunos años y la existencia de excedentes que serán exportados a los países vecinos; pero se anuncia también el precio cercano a los 40 dólares, frente a los 22 dólares de hace cinco meses. Y así como el arroz, el maíz y la harina de trigo sufren elevaciones de precios que dejan fuera de posibilidades de adquisición en el presupuesto familiar. Es cierto que el Estado ha aplicado un sistema de subsidios a la harina de trigo para reducir la elevación de precios del pan y de otros derivados de consumo masivo; pero, no será posible subsidiar a todos los productos, porque iguales elevaciones sufrirán los productos avícolas, lácteos, y los granos. Y, como el alza se advierte general, subirán también los precios del pescado, la carne, las hortalizas, etc. Frente a ese panorama son urgentes acciones más creativas como el estímulo para la creación de huertos familiares que se desarrollen en los patios de las viviendas, en los jardines, para contar con productos de su propia cosecha, que intercambiados entre vecinos podrían completar el requerimiento de la dieta. Y hay quienes hasta pudieran tener sus propias aves. Podría revivirse el programa de huertos familiares, para lo cual el Ministerio de Agricultura podría estimular la aplicación de esas medidas, con la distribución de semillas y la difusión de las técnicas inclusive de cultivos hidropónicos para quienes están limitados en el espacio.