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Pedro Vincent Bowen | E-mail: [email protected]
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Dentro del ciclo de conferencias: “Ecuador frente al futuro” implementado por la Cámara de Comercio de Manta (felicitaciones Lucía I), asistí a la charla de Marco Proaño Maya, patriota talentoso, auténtica reserva cívica de la República.

Domingo 20 Abril 2008 | 21:01

Habla con franqueza de que el país ha sido una historia de proclamas, ambiciones, promesas incumplidas y jueces que piden permiso para aplicar la ley. Insiste en que Ecuador sólo quiere un país posible, con los recursos y la gente que tiene, un país con conducta, sin privilegios, sin espacio para la demagogia, donde todos sepamos nuestro destino personal y colectivo. Mientras le escucho, pienso en lo que ocurre en la Asamblea Constituyente y en su misión: elaborar el nuevo marco jurídico del país. Y me pregunto: ¿Una Constitución requiere tantísimos artículos? ¿Acaso andamos despistados y en vez de la Carta Magna, pura y simple (como debe ser), estamos metiendo en un solo saco: Constitución, leyes, mandatos, ordenanzas, estatutos, reglamentos, etc.? Los brujos vaticinan que la Constitución No. 20 del Ecuador tendrá 350 artículos y 18 disposiciones transitorias… exactamente la misma extensión de la Constitución de Venezuela. ¡Extraña coincidencia! ¿Queréis saber cuántas Constituciones ha tenido, y cuántos artículos tiene la Constitución de Yanquilandia desde hace 211 años? Apenas una sola. Con siete artículos y 27 enmiendas. Y a ningún gringo se le ocurre tirar a la basura su Constitución y hacer otra a la medida de los intereses de turno. En solamente cinco páginas escritas a mano con esa maravillosa caligrafía de tiempos aquellos, han quedado estampadas for ever las normas básicas de la democracia norteamericana. Cuando vayáis a Washington, visitad plis el Nacional Archives and Records Administration para que podáis apreciar, en vivo y en directo, los tales manuscritos. ¡Ojala vayan los asambleístas, también! Su preámbulo no tiene invocaciones divinas ni divagaciones abstractas. Y para que todos entiendan bien, se legisla en nombre del Pueblo ¡en general! sin considerar razas, sexos, religiones, tendencias políticas, culturas u otros elementos que marcan distancias entre la gente. Y empieza así: “Whe the People (Nosotros el Pueblo) de los Estados Unidos, a fin de tomar una Unión más perfecta, establecer una Justicia, afirmar la tranquilidad interior, promover la defensa común, proveer el bienestar general y asegurar para nosotros mismos y para nuestros descendientes los beneficios de la Libertad, estatuimos y sancionamos esta Constitución para los Estados Unidos de América”. Sé que allá, sobre las nubes de Ciudad Alfaro, no harán caso de lo dicho, pero (el infaltable), me queda la esperanza del náufrago que agita sus brazos en medio del mar… aún cuando no vea tierra por ningún lado.
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