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Mauro F. Molina-Menéndez | [email protected]
Tradiciones y costumbres

El continente latino-americano es un cofre repleto de tradiciones y costumbres. Unas, traídas del Viejo Mundo. Otras, nacidas de las creencias religiosas y sociales de sus pueblos.

Lunes 14 Enero 2008 | 20:59

Desde la región caribeña hasta la Patagonia se levanta una cortina de leyendas y costumbres autóctonas nacidas al calor de fogatas, el libar de grupos bohemios o el corrillo familiar en voces añejadas de tiempo. Cada país repite lo “sucedido” en el pasado que ninguna hoja histórica se atreve a comprobar. Ecuador aún conserva la quema del Año Viejo el último día de diciembre, como un acto de despedida a esos doce meses que terminan. Para unos, malos; para otros, aceptables al convivir nacional o familiar. Momento por todos esperados. Chicos y grandes lo celebran. Una rústica tarima es montada en sitios estratégicos de los pueblos donde converge la población. Ahí, entre risas, charlas, abrazos, bailes públicos, música y alboroto por doquier, se espera el acontecimiento final. Durante el día, grupos sociales, deportivos y comunales preparan el monigote de rigor. Relleno de paja, granos de sal y petardos, su apariencia semeja un descomunal cuerpo humano que cobra vida cuando la máscara es colocada formando su rostro. La habilidad artística de un artesano dará pícaramente su parecido a un conocido personaje o de influencia, mayormente en el campo político. El escribano es un elemento de vital importancia en el asunto. Está a cargo de redactar el “Testamento del Viejo” que hoy agoniza. Con agudeza literaria prepara el documento de despedida y de reparto de bienes. Burla y sátira van de manos, relievando cruelmente las malas acciones cometidas por los personajes aludidos. No hay límite; no hay compasión por quien recibe los dardos hirientes; no hay corte de justicia que juzgue a los infractores del perjurio. El pueblo, ahí soberano, tiene la última palabra y ríe a mandíbula batiente de las ocurrencias redactadas. ¿Y las llamadas ‘viudas locas’? Desgañítanse requebrando al “marido” que las abandona. Cerca de la medianoche, luego de una procesión fúnebre, levántase la capilla ardiente en medio de la calle y se le prende fuego al “Año Viejo” que al chisporrotéo de la sal y los petardos, expira sin ritos religiosos que lo asistan a pasar a mejor vida. Finalmente, como si la quemazón restañara heridas, ilusionados suspiros vuelan al aire. Y con la última chispa desvaneciéndose en el infinito, una furtiva lágrima humedece el “Feliz Año Nuevo”, salido de esperanzados corazones.
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