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Childerico Cevallos | E-mail: [email protected]
De desfiles y cachiporreras
Childerico Cevallos | E-mail: [email protected]

En la entrega dominical anterior opinamos sobre lo cansino, fastidioso y hasta desesperante que se tornan los desfiles que se realizan en nuestras ciudades en sus días clásicos, cuando por obra, gracia y decisión de sus integrantes, las antes denominadas bandas de guerra dejan, a propósito, un largo espacio por delante - a veces de hasta tres cuadras – para tener tiempo de lucir sus “pintas” interpretando sus ejecuciones sonoras sin la interferencia de otras bandas.

Domingo 28 Octubre 2007 | 23:32

Igualmente, las bastoneras que con elegancia, belleza y destreza hacen malabares con sus cachiporras, aunque éstas son gentiles al mostrar sus atractivos femeninos que destacan por los especiales modelos de los uniformes que visten para el caso. Y no es que esté mal el deseo de sobresalir o de exhibir las cualidades que poseen. Lo discutible y hasta censurable es la manera de hacerlo, subrayo, dirigidos por los instructores que, al parecer, se han quedado en la historia. Porque, si nos fijamos y escuchamos con acuciosidad, las bandas no cambian el ritmo de las marchas que ejecutan, siendo un soplar constante de cornetas, instrumentos que no facilitan la interpretación musical; apenas sirven para una acústica sin mayor control que la fuerza del soplo del ejecutor del mismo, es decir del cornetista, que a veces son niños y niñas empujados a tan exigente labor. Por eso las notas de las bandas se escuchan chillonas, debido a que no todos sus integrantes son de igual capacidad pulmonar o de fuerza en sus mejillas para impulsar el volumen suficiente de aire que facilite emitir a todos el mismo nivel de sonidos. ¿Han observado cómo los llamados “carrillos” de los cornetistas se inflan abundantemente? Claro, es por el gran esfuerzo que demanda soplar las cornetas, instrumento que no permite la variedad de notas que se puede lograr con la trompeta. Por eso la sugerencia del domingo anterior: una transformación gradual de banda marcial a banda musical, consistente en el cambio de instrumentos y de capacitación o educación de los integrantes. La incorporación de trompetas, saxofones y las liras darán a las bandas el complemento para interpretar verdadera música, no solamente la popular y bailable, sino de toda clase, inclusive la marcial, a través de notas ejecutadas con solvencia y con el uso de los instrumentos requeridos. Para ello, y en tiempos de cambios, habrá que retomar la materia de música en los colegios y las escuelas, enseñanza que se mantenía hasta hace pocas décadas en el pensum de estudios oficial, pero que reformistas educadores la erradicaron al igual que a la moral y la cívica, con las consecuencias que ahora lamentamos. Entonces, autoridades y estudiantes deberán, los primeros, buscar los recursos para lograr los instrumentos y el profesor adicional; y los segundos, para poner el empeño de aprender lo que, de ser bien aprovechadas sus cualidades musicales, puede ser una profesión en el futuro inmediato: la de músico.
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