Una fuga de más de 80 reos de la cárcel El Rodeo, en Portoviejo, revela que los centros de reclusión no son los sitios seguros que parecen ser. A esto se suma la ola de violencia que ha dejado más de veinte muertos en este año y la serie de atentados en los que han resultado heridos tanto personas privadas de la libertad como guías y policías.

¿Qué efecto tuvo el estado de excepción con el que, durante tres meses, se intervino a las cárceles bajo el anuncio de convertirlos en sitios seguros?

A la luz de los resultados, lo que se logró fue poco.

El sistema de rehabilitación social en el país requiere una intervención más profunda. Las prisiones siguen hacinadas, convertidas en espacios donde proliferan el crimen y el irrespeto a los derechos individuales, con un contacto permanente con el exterior que facilita el cometimiento de delitos desde dentro.

Nada será suficiente mientras siga habiendo asesinatos dentro de las prisiones, con armas, incluso algunas sofisticadas, que ingresan misteriosamente, a juzgar por la serie de condiciones que se impone al ciudadano común que pretende entrar de visita a un reclusorio.

El de las cárceles es, como se dice en el argot popular, un hueso duro de roer. Si se mantienen las condiciones actuales, todo lo que se haga tendrá poca efectividad.