Usualmente los que más utilizan estas expresiones son los jefes de recursos humanos, a quienes ahora se les llama directores de talento humano. La mayoría de ellos son personas despiadadas, sin conciencia. No comprenden lo terrible que es para un padre o una madre de familia saber que ha quedado desvinculado. La peor tragedia para un empleado o trabajador mayor de 40 años es quedarse de la noche a la mañana en la desocupación, sin ingresos, precisamente en la edad que es el umbral de la madurez y cuando sus hijos están terminando sus estudios secundarios o iniciando su carrera universitaria.

En este país donde impera la injusticia y la iniquidad, mientras los políticos se ufanan y mienten en alta voz diciendo que  “estamos creando nuevos empleos”, es mayor el número de despidos –desvinculado – que los que ingresan a lo que ahora se llama la fuerza laboral.

Condenar a una persona al desempleo o la desocupación es altamente violatorio de la Constitución que consagra el derecho al trabajo y a la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que así mismo garantiza la estabilidad laboral.

Es censurable que cada vez que se cambia a un ministro o a un subsecretario, lo primero que hacen al asumir el cargo es desvincular a empleados sin contemplar que sea un buen funcionario, competente, honesto y cumplido. Esto debe cambiar, no es posible que con palos de ciego, de la noche a la mañana, de manera intempestiva se condene a la desocupación de un ser humano, a un padre de familia. Se requiere un poco más de sensibilidad humana, de justicia y respeto a la dignidad de los ciudadanos.

Para más indignación, me acabo de enterar que una profesional madre de 3 hijos, divorciada, de Bahía de Caráquez, ha sido desvinculada. ¿Esta será la forma tan cacareada de crear empleo en Ecuador?

Para mayor sarcasmo se anuncia que entre las medidas económicas impuestas por el Fondo Monetario Internacional y sumisamente acatadas por el Gobierno están las dirigidas a generar más empleos y mayores ingresos al fisco.

Lo peor que le puede pasar a un país es subordinarse a las exigencias del FMI que por lo general afectan sin contemplación a los sectores más pobres de la población