Hay un deseo innato de vivir, pero también contamos con un deterioro de esa vida silvestre, que conlleva asimismo una degradación humana, capaz de dejarnos sin aliento. Hoy más que nunca, estamos llamados a responder de esa pérdida de biodiversidad, sobre todo en las poblaciones naturales, pues hemos de ser más cuidadosos y protectores con nuestras actividades humanas, ya sean del reino vegetal o animal, que nos acompañan y las necesitamos.
En consecuencia, tanto en áreas urbanas como rurales, se deben preservar espacios comunes, donde el factor natural esté presente de algún modo. De lo contrario, los efectos sobre la vida de las personas resultan realmente dramáticos. Nos alegra que haya nuevas propuestas, y que coincidiendo con esos doce días de este mes de agosto de la Convención sobre el Comercio Internacional de especies amenazadas, se trabaje con más ahínco si cabe en favor de las variedades y los ecosistemas mundiales, reforzando nuevas medidas por parte de los diversos gobiernos, dispuestos a ser más contundentes con esa sobreexplotación directa de los organismos vivos, a través de la caza, la pesca y la tala no sostenible o ilegal. Por desgracia, los delitos contra esa vida campestre nos desbordan en casi todos los entornos, e indudablemente, necesitamos restaurar esos espacios virginales y promover el buen uso de los ambientes físicos.