Vivimos en una época en la que hasta dentro del baño hay cámaras de vigilancia.

Este es el tiempo en que vivimos vigilados. Desde Montecristi hasta el ingreso a Portoviejo hay cinco “Ojos de Águila”, sin contar las cámaras que están en el peaje.

Si viajamos en bus o en taxi, si vamos al centro comercial, si estamos en el restaurante, en la playa, en el parque, seguimos vigilados.

Nuestro celular no es privado: las aplicaciones tienen acceso a nuestros archivos, a toda la información que tenemos almacenada. No se necesita ser “hacker” para duplicar una cuenta, para saber con quién nos chateamos y qué escribimos en nuestro WhatsApp. Si sabemos todo eso, ¿por qué nos sorprendemos cuando sé filtra una información delicada? No deberíamos, pues desde que tomamos una foto con nuestro celular debemos estar conscientes de que inmediatamente ya no es privada. 

Es la época en la que el ser humano se expone consciente o inconscientemente a la sociedad, y las tecnologías lo facilitan.