Despierta y la nueva realidad es que perdió las dos piernas, el brazo derecho y los dedos de la mano izquierda. ¿Cómo reaccionaría a eso?, Nelly Ávila optó por llorar y gritar.  

Ella tiene 55 años, es diabética y hace un año le sucedió aquello. 

Tenía una infección urinaria causada por la bacteria 

Escherichia coli. La infección se le regó a las extremidades causándole gangrena debido a una septicemia (infección extremadamente grave). Eso es mortal para los diabéticos. Fue cuando la llevaron al hospital.

Los brazos y las piernas se tornaron negros, los médicos decidieron amputar.Era eso o su vida.  

Nelly recuerda ese día con tristeza. Fue un 24 de junio. 

Cuando despertó de la operación no sentía nada. Pero luego notó que sus brazos y piernas no estaban. Gritó fuerte, sentía que le habían arrancado la vida. Ya no quería mirar a ningún lado. A donde lo hiciera se veía incompleta, rota. 

“Faltaban pocos días para mi cumpleaños, era el 20 de julio, recuerdo haberle dicho al doctor que no me dejara morir, que quería festejar, creo que eso fue lo que hizo, salvarme”, dice Nelly, ahora en silla de ruedas, esperando a la terapista física que la prepara para usar prótesis. 

Nelly tiene las esperanzas puestas en eso. 

Quiere tener dos piernas, aunque sea de plástico, para estar de pie con un andador. 

Quiere sentirse útil, dice, como antes, cuando estaba completa y cocinaba o iba a la tienda; cuando podía abrazar a sus nietos con fuerza, con los dos brazos, completa.   

Las prótesis son una segunda oportunidad para amputados como Nelly.   

Les da otra vida, una nueva. La persona empieza desde cero aprendiendo a caminar como un bebé, paso a paso. 

En la Fundación Rostro de Jesús las hacen. 

Desde hace tres semanas cinco ciudadanos belgas elaboran prótesis y órtesis (apoyo externo para el cuerpo) en un taller.