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Con el deber incumplido
Con el deber incumplido
Por: Leonardo Moreira Delgado
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Viernes 26 Abril 2019 | 04:00

Así como causa indignación, desazón y desesperanza, cuando observamos que los gobernantes, autoridades y funcionarios de turno incumplen con la atención de los elementales servicios públicos. De la misma manera, caso contrario, cuando notamos en las calles, parques y playas, a un común ciudadano realizar una labor de beneficio público y social, sentimos regocijo, esperanza y satisfacción espiritual y moral.

En el primer caso, se asume una función pública y no se hace conciencia de la responsabilidad social que conlleva o porque la prioridad más bien responde a la recuperación de una inversión que se hizo, justamente para llegar donde llegó. En el otro caso, existe un alto nivel de civismo y desprendimiento de recursos y tiempo, de ese amor cívico por el prójimo, que es lo primero debería primar en un candidato y luego autoridad pública.
El principio, en el cual se debería fundamentar la elección de quienes van a representar y administrar nuestros propios recursos públicos y aceptar libre y voluntariamente cumplirlos, aunque no esté escrito con claridad en la Constitución, leyes, reglamentos y normas, es dedicarse a atender y solucionar los problemas de la comunidad, ética y eficientemente, ya que si no existieran, no tuviera sentido elegir autoridad alguna.
Pero, en la realidad, ese compromiso electoral rara vez se cumple, lo normal y costumbre, es que casi toda autoridad o funcionario incumpla y cuando por azar de la vida cumple, ya sea porque recibió harto dinero, en algunos casos de una compensación de la desgracia humana, como sucedió con la caída del avión en Manta, o con el terremoto del 16-A, la mayoría de estos recursos se han diluido y esa poca obra pública se la hace aparecer como la gran panacea de gestión.
Para enfrentar esta corrupción en la administración pública y en la desesperación por rescatar los valores de convivencia, observamos en los espacios públicos ciudadanos, comunes y corrientes, que han emprendido la tarea de hacer los trabajos que las autoridades del gobierno y de los GAD no han hecho, deuda que siempre quedan debiendo y que el ciudadano de a pie tiene que asumirla.
Este es el caso del Ing. Germán Andrade, por citar un solo ejemplo, a quien vemos con admiración su don cívico, todas las mañanas recogiendo los desperdicios y limpiando la playa El Murciélago de Manta, que otros ensucian y que la autoridad municipal, al contrario, ni siquiera es capaz de descontaminarla, evitando que las aguas putrefactas la invadan.
De seguro, así como existen muchos ciudadanos anónimos, como el Ing. Andrade, dando su tiempo y recursos para salvar en algo la convivencia humana, así seguirán incumpliendo las autoridades de gobiernos y municipales, ¡hasta que la sociedad civil  se lo permita!
 
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