Actualizado hace: 937 días 14 horas 48 minutos
Marcelo Toala Rivas
Casanova, el Reformador

Como profesional de la gestión pública, considero que el municipalismo vive una reforma provocada desde la praxis con Casanova en el marco de la autonomía y la descentralización; mirada desde tres elementos fundamentales se evidencia un punto de inflexión: en el diseño de las políticas públicas, en la gestión pública y en el estilo de liderazgo.

Jueves 25 Abril 2019 | 04:00

En el diseño de las políticas públicas, es evidente que impera la lógica racionalista y tecnicista, a través de la vía de estudios especializados (consultorías) han entregado diagnósticos serios para la toma de decisiones acertadas, rompiendo con la lógica de usar a las consultorías como negocio de los séquitos del poder.
Desde el elemento de la gestión pública, también ha sido notoria la capacidad estratégica y operativa que ha desplegado el municipio a través de un modelo de gestión que cada día se consolida en la dinámica de mejora continua, aprendizaje y adaptación. Esto implica mejorar servicios, establecer procesos y gestión por resultados bajo el esquema de la planificación, control, dirección y organización.
En el estilo de liderazgo podemos mencionar características como la sensibilidad social, el sentido común y la voluntad implacable en el empoderamiento de los asuntos de interés general. Demostrando que los portovejenses podemos salir adelante y construir nuestro propio destino con nuestras propias capacidades y vocaciones, sin recetas importadas ni liderazgos impuestos desde las capitales. Demostrando que el desarrollo se puede configurar desde lo local hacia lo nacional, insertando en la agenda política los problemas esenciales que deben ser intervenidos.
De tal manera que la figura de Agustín Elías Casanova Cedeño se convierte en la de un reformador,  aquella persona que crea institucionalidad o diseña institución; capaz de romper paradigmas sin temor a herir a las vacas sagradas y a los testaferros del poder, alterando el orden de cosas establecidas. Esta figura se contrapone con el perfil del político tradicional, el que calcula todos sus movimientos públicos para no alterar su supuesta base social que vive solo en su imaginario, sin preocuparse de los verdaderos cambios estructurales.
Pero el proyecto de cambio tiene un gran ausente: la acción colectiva, la ciudadanía organizada y empoderada del plan ciudad; si no hay un movimiento ciudadano con sentido de pertenencia de quiénes somos, hacia dónde vamos y cuál es nuestro rol como ciudadanos en la transformación; difícilmente se podrá sostener del cambio en el tiempo y el espacio. Cuidado el sectarismo y el celo de los príncipes ahogan el ímpetu colectivo.
¡Venceremos!
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