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Jesucristo, hijo de dios
Jesucristo, hijo de dios
Por: Jacinto García Delgado

Jueves 18 Abril 2019 | 04:00

Así de sencillo… Jesús siendo un niño de carne y hueso perfecto obedeció a sus padres san José y la Virgen María, que era imperfecto, de ahí que los hijos sin límites de edad ni sexo deben honrar y obedecer a las principales cabezas de la familia que son el papá y la mamá.

El Hijo de Dios nació de la Purísima Virgen María por obra del Espíritu Santo,  escogida de  la sociedad judía, donde la mujer cumplía una limitada función social, y del humilde carpintero san José, designado para que fuera esposo y padre nutricio, mantenerle alimentado era su fin. Hecho que lo llevó a emprender la sagrada misión de salvación y redención de la humanidad.
Jesucristo hace más de dos mil años fue enviado al mundo donde vivió 33, para hacer respetar los mandamientos de la ley de Dios que estaban siendo irrespetados por el pueblo judío de Israel; igualmente para rescatarlo de las prácticas paganas que destruían la Iglesia y la religión cristiana, como dar su vida por la salvación de todos.
A los 30 años y después de nombrar a los doce apóstoles inició la vida pública, entre milagros y misterios, curación de enfermedades y muchas muertes resucitadas. A los 33 años entró triunfalmente a Israel, decisión que llevó al Rey de Roma, así como de Herodes, Pilatos, los escribas y fariseos a decretar la muerte. Una vez apresado fue azotado, coronado de espinas, torturado y conducido al Monte Calvario o Gólgota, donde fue crucificado. La sangre derramada en la cruz bendice el comportamiento de la feligresía mundial y especialmente de la chonense, como de la creyente llena de  familiaridad Ángela de Dios García Delgado.
La Madre de Jesús al pie de la cruz, con su corazón destrozado al ver a su Hijo, fue elevada al Paraíso celestial, y desde  la gloria divina cuida como abogada a los hermanos de su Hijo que se hallan en peligro, desesperación,  angustia y ansiedad.
La santa iglesia católica San Cayetano de Chone, liderada por el vicario Luciano Murillo Alcívar, consagrado al Todopoderoso, testigo de la luz de Cristo y testimonio del Evangelio,  admite que no es fácil ser cristiano si durante la liturgia no se guarda silencio.
Como embajador de Cristo Jesús en la ‘Ciudad de los naranjos en flor’ y revestido de humildad, abraza y llama a abrazar los misterios del sacrificio. Invita a amar y no odiar, ser  generoso y no avaro, humano y no cruel, verdadero y no mentiroso, piadoso y no despiadado.
La Virgen de todas las vírgenes y de los santos admirablemente les confiesa a los feligreses: no se puede seguir al Altísimo creador del Cielo y la Tierra si no se toma la cruz de cada día. 
Hoy, por hoy, la Biblia constituye el libro más remoto de la historia de la humanidad. El Antiguo Testamento implanta el nacimiento de la raza humana, mientras que el Nuevo Testamento pone a brillar las sabias enseñanzas del Mesías, el perdón verdadero.
Reflexionando: Jesucristo, vencedor de la muerte, es el primer y eterno sacerdote de la salvación, y el primero e inmortal ministro de Dios del sacrificio.
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