¡484 años!... ¿Qué han hecho tus hijos en tan largo tiempo? ¿Qué hemos hecho por la ciudad más antigua del Pacífico Sur? 

¿“Palabras? Se alimentaron de palabras, multiplicaron las palabras, se almidonaron de palabras”.

Nosotros, los que pisamos su suelo, los que nos cobijamos bajo su cielo y nos protegemos bajo su horizonte que juntos  conforman un templo, una pequeña Patria. Nosotros, los que hacemos un intercambio amoroso con el espacio vivencial de esta pequeña Patria, hoy hacemos un puente con el pasado, hasta encontrar un 12 de Marzo de 1535. Un  pasado que nutre a nuestras raíces, para que podamos caminar con ellas como con nuestras plantas, pero sin dejar de mirar a las estrellas. Esta es una manera, si se quiere metafórica, de hacer entender que debemos mirar el horizonte; porque los pueblos que se encadenan al pasado pierden de vista a su porvenir. Este elemento es uno de los miembros sumatorios de la ecuación del subdesarrollo.

Para celebrar un pasado histórico hay que imaginar el escenario de esa época, los personajes que intervienen en él, dándoles un colorido alegre y optimista que embellece la escena. 

Fines del siglo XV, mediados del XVI. España y América separadas por la alfombra azul del Atlántico. Andrés Eloy Blanco, el más grande de los poetas venezolanos que hoy no escucho nombrar en esa hermana patria, en su Canto a España describe hermosamente como en un preámbulo la llegada y la conquista, en la historia que nos toca: “qué prodigio de azul, qué sorpresa oceánica, qué abismal armonía la de aquellas auroras sin tormentas ni bruma, mientras en los costados de la Santa María, derribaban las olas sus jinetes de espuma…”. O como  rematara el mismo Neruda en sus versos rebeldes pero honestos: “nos quitaron, nos vejaron, nos humillaron pero nos dejaron la palabra”. 

12 de Marzo de 1535, nace la Villa Nueva de San Gregorio, porque un 12 de Marzo del 604 fallece el papa San Gregorio de Roma y en homenaje a aquello Carlos V lo dispuso. -En  El  PUERTO VIEJO, esa salida del mar  y entrada a tierra firme que por un desvarío inexplicable de la historia y de la conducta humana, sella este nombre de Portoviejo para la posteridad olvidando al San Gregorio original. Treinta y cinco hombres blancos y barbados, de recia armadura, yelmo de acero, coraza y brazales, montando briosos corceles, de “ancas relucientes y de cascos musicales”. Como lo expresara  Santos Chocano, el gran poeta peruano… Estos hombres que llegaron a la  América virgen, en su mayoría eran audaces aventureros que corrían tras la fortuna, hombres sin tierra, enarbolando la fuerza como bandera. Así es la conquista, a veces brutal e injusta en el momento, pero influyente en nuestra cultura y en nuestra identidad.