Actualizado hace: 937 días 16 horas 37 minutos
Alberto Alejandro Villamarín
El legado arqueológico de higuerón

En días pasados, tomando un café, leí en el periódico que los aguajes habían dejado a la luz restos arqueológicos en el sector de Balsamaragua, lo que me trajo a la mente un recuerdo, mi viejo libro verde, ese que escribí y que atesora la historia ecuatoriana y manabita en especial.

Domingo 17 Febrero 2019 | 04:00

En ello, recordé los viejos pueblos y tribus asentados a la orilla del mar y en la zona aledaña a esta, por lo que deduje que este asentamiento pudo haber sido Apecigue seguramente, debido a su cercanía a Jaramijó, y este, a la ciudad portuaria de Iocai, o Jocay, lo que además trajo a colación otro dato curioso: en las cercanías de La Boca de Crucita, yo había indagado tiempo atrás que los explotadores de arena sacaban a la luz (o más bien destruían) piezas arqueológicas, en la extracción de este material, lo que me dio a conocer que este era un conjunto de tolas y, por consiguiente, se trataría de la extinta Picoaxa, una aldea costera que encontró Pacheco en su llegada a las costas manabitas, para fundar una ciudad española y pacificar a los nativos, según orden expresa de Pizarro. 
Haciendo recuento en mis mapas, tracé una ruta en la cual, entre este poblado ubicado a un extremo septentrional de Crucita y Picoaxa, se encontraba el yacimiento más grande encontrado en este sector, el de Higuerón, ubicado varias leguas tierra adentro, donde se han encontrado piezas de cerámica, comales, vasijas, restos óseos, líticos y un adoratorio de grandes dimensiones, de varias culturas, voces vivas de un pasado lleno de gloria.
Y que no había sido hallado hasta el día de hoy. Pero, dirán, ¿qué tiene de impresionante este mega yacimiento? Pues, sencillo, siguiendo el mapa trazado, viniendo desde el probable Picoaxa y Apecigue, Pacheco buscó aguas arriba del Río Grande (Portoviejo), que en esa época era navegable, un lugar donde fundar una villa de españoles. Siguiendo la ruta de los balseros manteños, llegaron a un puerto antroponatural a las orillas del río, a varias leguas tierra adentro, que colindaba con un amplio y fértil valle en un extremo y en otro, con una especie de gran emplazamiento de tolas, notándose a lo lejos Xarapoto y Japoto.
Pues bien, los emisarios de Pizarro se adentraron en este lugar, sin pensar que ya estaba habitado por una población de más de 3.000 hombres, y en ella una urbe que contaba con un montículo artificial que servía de tola y centro de mando, nos referimos a Higuerón. 
A los expedicionarios, al ver la gran cantidad de patos que navegaban y se sumergían en la ciénaga y la gran cantidad de maíz y reservas debido a que esta urbe contaba con ralladores de este alimento, se les ocurrió pactar y refundar en las faldas de esta civilización una pequeña ciudad, un asentamiento que tomaría el nombre de Villa Nueva de San Gregorio de Portoviejo, el 12 de marzo de 1535, con el beneplácito de esta ciudad aborigen que los vigilaría desde las alturas. 
Años más tarde sería abandonada, perdiéndose casi en el mito su existencia, una enorme civilización que pronto vería la luz, denominándose La Solita, yacimiento lleno de historia de los orígenes del hombre de Manabí. 
 
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