Luego de algunos intentos hechos por los funcionarios del gobierno a nivel internacional, no se conoce que haya algún interés en firme para continuar con el proyecto de forma conveniente para el país y los inversionistas.

Puestas así las cosas, se puede llega a la conclusión de que a más de la gran corrupción que habría existido en la preparación del terreno, también hubo torpeza el momento de hacer proyecto. Es que es difícil encontrar a un inversionista que acepte lo que el Estado dice que ha invertido ahí y además que acepte la sociedad con el Estado de Venezuela.

En este punto, lo que corresponde es dar la vuelta a la página e iniciar un proceso para rematar el terreno y las obras que existen en El Aromo, para recuperar en algo el dinero invertido y principalmente, para intentar generar empleos. 

Un remate que deje a decisión del inversionista, el uso que dará al sitio ¿quién mejor que el dueño del capital para determinar en lo que quiere invertir? 

Hay variadas ideas sobre lo que ahí se puede hacer, desde parques de diversiones hasta centros de reciclaje. Que sea el mercado el que lo determine.