Actualizado hace: 937 días 19 horas 41 minutos
Montecristi
El comercio vive y duerme en la calle

Son muchos, al menos dos mil, algunos duermen en veredas, bajo plásticos, bajo carpas.

Martes 20 Noviembre 2018 | 08:47

Comerciantes, hombres y mujeres, van de ciudad en ciudad con la esperanza de siempre: vender para comer.

Luego cambian de lugar, de fiesta. En unos días ya no estarán aquí en Montecristi, habrán llegado a la Sierra, al Oriente. “¿Quién sabe dónde?”, dice Grace Freire, de contextura gruesa, ojos miel, 35 años. Ella, por ejemplo, recién llegó de las fiestas de Manta. Trabajó dos semanas vendiendo ropa y luego viajó a Montecristi con su familia a las fiestas de las Virgen de Monserrate.  
Así es su vida, expresa, la de los comerciantes ambulantes, persiguiendo fiestas de pueblos, de ciudades; como gitanos, durmiendo en la calle.
La carpa de Grace está bajo un edificio patrimonial. Arriba están la Jefatura Política y la Comisaría de Policía. Abajo su esposo y su hijo de tres años duermen tras un plástico negro, sobre un colchón, sábanas y sacos con ropa. Ella los observa descansar. Lleva a un bebé de ocho meses en los brazos, su otro hijo.  
“En Manta dormimos en un hotel, nos cobraron 10 dólares por noche, porque nos quedamos más de cinco días. Aquí en Montecristi nos quieren cobrar 25 por noche, y eso es caro, muy caro para nosotros”, expresa. 
Grace dice que el problema es que en Montecristi no hay muchos hoteles, apenas ha visto dos, y por eso cobran caro y eso les perjudica, comenta.
Las cifras municipales dicen que hay 250 puestos, pero cada uno es un negocio de al menos cuatro personas. Están ubicados en las calles Sucre y Nueve de Julio.   
En total habría unos dos mil comerciantes en las festividades. Todos esperan que desde mañana, 21 de noviembre, las ventas aumenten. Ellos creen que la procesión de la Virgen atraerá a cientos de personas y eso generará dinero. Solo de esa manera se justificará tanto esfuerzo. 
Nelson Córdova es vendedor de zapatos de cuero, pero ahora no está vendiendo, ahora duerme encima de cartones y periódicos. 
El día es caluroso y a Nelson eso lo tiene sin cuidado. 
Ahora despierta y cuenta que en la mañana no se vende nada, por eso aprovecha para dormir.  En la noche es todo, por eso se acuestan a las dos de la madrugada, hasta que se vaya la última persona de la feria. 
El calor de mediodía es extremo. Los comerciantes como Nelson sudan bajo sus carpas y covachas mientras duermen. El sudor moja sus camisas, su frente. Pero hay que descansar, sino no se puede trabajar, comenta. 
Él estará en Montecristi hasta el 25 de noviembre. Esa es la fecha límite que pusieron los organizadores de la feria.  Luego viajará a Guayaquil a “rodear” su casa; después, el 5 de diciembre, irá a Quito para vender en las  festividades de la capital. 
Durante todo el año Nelson apenas está una o dos semanas en su vivienda, el resto del tiempo lo pasa en los pueblos trabajando.  Desde Milagros, en el Guayas, hasta Lago Agrio, en Sucumbíos. “Por allí ando con mis maletas y cartones”, expresa.
Una pareja. Por estos días las calles de Montecristi, la Sucre y la 9 de Julio, no son calles. 
Desde arriba, en la basílica, se ven como hileras de covachas de plástico, cartones, lonas y madera, por donde apenas se puede pasar. Así que el espacio para armar las carpas y dormir es limitado. Para eso quedan las veredas y el parque.   
Luis Alberto Sáenz, de 54 años, duerme en el portal de una casa con su esposa, María Villa, de 58 años. A la medianoche colocan una sábana en el suelo, encima de unos cartones, y duermen hasta el otro día a las siete. Ellos no tienen carpas. Van de ciudad en ciudad con sus dos carretas para vender canguil y una maleta con ropa y sábanas. Se bañan en las duchas que generalmente se instalan en cada fiesta. Pagan 50 centavos. 
Luis cuenta que todos los años llega a las fiestas de Montecristi. Él vive en Guayaquil y considera que la procesión de la Virgen de Monserrate atrae a mucha   gente. Y por eso llega a vender. No importa que deba dormir en el suelo. “Así toca a veces”, dice, “hay que hacer un sacrificio”.
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