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Johnny J. Medranda
El gobierno nos está matando de hambre

Domingo 21 Octubre 2018 | 07:00

Soy un emigrante que en algún momento atrás emigré al norte, porque mis padres lo hicieron para buscar mejores pastos en momentos difíciles, pero no insuperables. Emigramos a un país que nos abrió las puertas y a sudor y méritos propios salimos adelante. Al comienzo toca duro, muy duro. Pero trabajo, todo tipo de trabajo, había para todos y el que no trabajaba era porque no quería. Este país del norte es más socialista que aquellos en el Sur que malamente se llaman “Socialistas del Siglo XXI”. No es perfecto, pero existe un alto grado de equidad social y se ve en su calidad de vida. 

Mirando atrás mi experiencia y contrastándola con los inmigrantes venezolanos, me encontré en una encrucijada. Venezolanos inmigran a Ecuador, un país donde realmente no alcanzan las plazas de trabajo ni para los propios ecuatorianos; que recién ahora tenemos un gobierno que está implementando políticas de creación de empleos a toda costa, ya que de ahí parte el desarrollo social y económico. 
El dilema era porque estoy viendo que ecuatorianos que trabajan en empleos domésticos, de seguridad, de turismo, restaurantes, almacenes, etcétera, están siendo reemplazados por venezolanos a los que muy seguramente se les paga mucho menos del salario básico y no son afiliados al seguro. Y estos ecuatorianos quedan sin empleo en un ambiente donde la colcha no alcanza para todos; una injusticia social y laboral. Ahí es donde la inseguridad de todo tipo comienza a subir. 
Esto no es aceptable y los venezolanos tienen que parar su entrada al Ecuador y los que están ilegal salir o regularizarse para no ser explotados en muchos casos. 
Fácil de decirlo, muy difícil de implementarse cuando un propio venezolano dice a la prensa ecuatoriana cuando trataba de inmigrar a Ecuador: “No estamos migrando porque queremos. El Gobierno nos está matando de hambre. Tenemos miedo de que nos denigren. Tengan condolencia con nosotros. Es preferible morir acá que regresarnos”. 
Ahí se acabó mi encrucijada y entendí que esto es una responsabilidad compartida a todo nivel social y político donde debemos, nosotros ciudadanos, como hermanos, extender nuestra mano, en lo que esté a nuestro alcance. Y es deber de todos los gobiernos latinoamericanos, sin esperar el liderazgo de la ONU ni de la OEA ni de los EE.UU., de ya empezar una operación donde ni siquiera la intervención militar debe ser descartada, ya que es un tema urgente y hasta de seguridad regional, para nuevamente encontrar un equilibrio. 
Y es aquí donde la UNASUR en cooperación con la ONU u OEA pueda por primera ver ser de verdadera utilidad y rescatada de su inoperancia. Seria irónico, pero posiblemente la única salida. 
 
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