Más abajo, la corriente cristalina baña un amplio territorio cubierto por plantaciones de haba, maíz, cebada, mora, pastizales y otros de propiedad de los comuneros de la zona. “El agua es vida y por eso trabajamos con las organizaciones para proteger el páramo y la diversidad de plantas y almohadillas que retienen el líquido vital”, dijo Tupak Sisa, presidente de la Unión de Comunidades Toallo-Santa Rosa.

De acuerdo al reportaje de diario El Comercio, estos senderos sirven para vigilar que pobladores de otras zonas no cacen venados, lobos y otras especies que habitan en el lugar. En la zona está prohibida la caza furtiva y el ingreso de ganado lanar, caballar y bovino.

 

Plantaron árboles. Los comuneros, a través de mingas, plantaron 20 mil árboles de yagual en la zona de recuperación. En la labor participaron estudiantes de las unidades educativas, vecinos del sector y autoridades de las Organizaciones de Segundo Grado (OSG). Es por eso que cada gota de agua que fluye por los pequeños riachuelos es protegida por los habitantes, puesto que en los últimos cinco años los caudales se redujeron. “Estamos trabajando para recuperar los caudales que se secaron por el avance de la frontera agrícola y el sobrepastoreo que hay en la zona”, expresó.

Sisa dijo que plantarán 20 mil nuevos árboles de yagual para delimitar la frontera agrícola con la reserva.

A 3.700 metros sobre el nivel del mar, las plantas nativas como la paja, el quishuar, pumamaqui, polilepys, dientes de león, arquitecto crecen en comunidad pacífica junto a las almohadillas y diminutas. 

Los comuneros cuidan este espacio con el apoyo de recursos que entrega el Fondo de Páramos de Tungurahua Lucha contra la Pobreza, el Gobierno Provincial y la Fundación Don Bosco.