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La bicameralidad ….
La bicameralidad ….
Por: Childerico Cevallos
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Domingo 23 Septiembre 2018 | 04:00

Lo he manifestado desde hace buen rato y como las circunstancias no han cambiado, insisto en que debería pensarse en la conveniencia de retomar la bicameralidad en Ecuador. Creo que quizá así las leyes que salgan de la función Legislativa no sean productos de una ingenuidad juvenil, de una propuesta amañada, de una imposición política o de una soberbia totalitaria.

Les recuerdo que esta sugerencia no es reciente. La idea persiste desde que el sistema fuera cambiado a la unicameralidad porque a los partidos políticos, turnados en el poder, les fastidiaba que sus intenciones de gobernar a su antojo se vieran obstaculizadas por las restricciones -negativas o reformas- que se hacían en una de las dos cámaras que anteriormente formaban el llamado Congreso Nacional. Generalmente alcanzaban a maniobrar en una, especialmente en la de los entusiastas y bizoños jóvenes; pero la otra, la de los veteranos y mentalmente agudos pensadores, las ligerezas, excentricidades y encubiertos intereses encontraban barreras.
Es que los proyectos de leyes, antes de convertirse en tales, debían pasar por el cedazo de las cámaras de Diputados y de Senadores. La primera formada por legisladores de no más de 35 o 40 años y la segunda por ciudadanos de mayor edad.
La bicameralidad combinaba la vitalidad de la juventud con el reposo de la experiencia. Así, los errores que se cometían eran menores.
La frustración política hizo correr la idea que con la unicameralidad las leyes “progresistas” que requería el país saldrían mucho más rápido, pues al ser un solo cuerpo legislativo el que votara le daría gran agilidad.
Y se revivió la Constitución del 48 al iniciarse la nueva etapa democrática con Jaime Roldós Aguilera, entrando en funcionamento la Cámara de Representantes y se mezcló a tirios y troyanos en un solo salón, para que legislen a nombre de los ecuatorianos.
¿Y el resultado .... ? Si bien en sus primeros años dio fruto, a posteriori la diversificación, el  manoseo y festival de personalidades elegidas para la legislatura afectó la función de mayor responsabilidad democrática de cualquier país, como es la Legislativa.
No es que todo ha sido malo, pero no lo deseable para una nación tan ávida de cambios con justicia y respeto; que requiere una columna vertebral legislativa erguida, con personalidad, entereza y patriotismo, que cuando deba hacer genuflexión sea, sin temor y con energía, únicamente frente a los símbolos patrios, como referentes de lo que realmente hay que venerar y defender es al país.
Diez años estuvimos con una legislatura abiertamente mayoritaria, ensimismada en su entrega a un movimiento que con pasión pretendió la continuidad  en el poder, pero los rezagos permanecen y una aparente división no logra convencer que habrá cambios estructurales dentro del Parlamento.
Se requiere un vigoroso despertar para corregir nuestro rumbo hacia el rescate de las libertades conculcadas.
Nuestro país necesita buenas leyes que no vendrán solo con el entusiasmo, la bravuconada o la pedantería. Se necesita de conocimientos, experiencia y reposo espiritual. Entonces, conviene pensar en la bicameralidad, para que las leyes inquietas de los jóvenes reciban la serenidad y seriedad de los reposados.
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