En la noche continuó con su malestar, intentó dormir, pero sentía que la cabeza le daba vueltas, cayó de la cama y sin poder moverse por completo trató de llamar a su familia haciendo caer lo que pudiera. 

Hasta ese momento tiene recuerdos de lo que pasó, al despertar ya había pasado 3 meses en un hospital.

Su diagnóstico fue un aneurisma que le impedía hablar y moverse. Una gran cicatriz en la cabeza de García muestra el rastro de las dos intervenciones a las que tuvo que ser sometido.

No le avergüenza señalarlas, pues su historia es símbolo de superación de una enfermedad silenciosa. 

“Me destaparon la cabeza para poder vivir”, agrega.

 

>SALUD. “Chichi”, como lo conocen sus amigos, familiares y medio Rocafuerte, llevaba una vida tranquila, lo único que lo aquejaba de vez en cuando era la presión arterial, de la cual llevaba control médico. 

Pues le habían dicho lo que podía ocurrir. Un paro cardiaco, derrame o algo peor: aneurisma cerebral.

Un aneurisma de este tipo se produce cuando una arteria del cerebro se ensancha o abomba, la sangre se acumula hasta que empieza a filtrar o romperse por completo, lo que produce un sangrado mortal. 

Para ser más precisos, es como si se inflara un tubo o neumático, se tapara un extremo, formando una protuberancia hasta reventar. 

Eso mismo ocurrió en el cerebro de García. 

Estuvo en coma durante tres meses, en la sala de terapia intensiva tenía que ser alimentado por sondas y tubos. 

A sus 48 años, luego de burlar a la “huesuda”, el camino de la vida se tornaría más difícil, pero no imposible. 

Camilla, silla de ruedas, bastones, apoyo físico y muchas horas de terapia hicieron que se volviera a poner de pie.

Esta es la historia de un luchador que pese a la adversidad se recupera y le da la cara a la vida con entusiasmo.