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COSTUMBRE.
El ‘mimado’ de Pujilí

La algarabía, el colorido, la tradición, y sobre todo la devoción, se conjugan para homenajear al Niñito de Isinche en Pujilí.

Jueves 28 Junio 2018 | 04:00

Los pollos, los cuyes y los conejos asados, el hornado y la chicha son los alimentos que deben estar listos para brindar a los visitantes que llegan a este lugar para disfrutar de la fiesta, publica diario La Hora.

La plaza principal de este cantón, así como las calles aledañas, son el epicentro de todo el jolgorio. Al sitio llegan diferentes personajes que no pasan desapercibidos por los colores que tienen los ponchos, las faldas, los sombreros, los zamarros, las caretas, los vestidos y las alpargatas que visten. Y las trompetas que entonan los pasillos y los sanjuanitos dan más vida a la celebración. “¡Que viva el prioste!”, “¡que toque la banda!”, repiten los asistentes. 
La plaza se va llenando con la gente de los barrios vecinos que llegan para disfrutar y bailar con los “caporales”, los “yumbos”, los “negros”, las “guarichas”, los “montados”, el “Rey ángel” y el “embajador”, que al ritmo de la música bailan con una alegría inigualable.     
 
>la jocha. El prioste es el devoto mayor del Niño de Isinche, pues él llega hasta la casa de diferentes familias de La Victoria pidiendo que lo acompañen en esta celebración. 
Jaime Álvarez, uno de los organizadores, cuenta el proceso de lo que significan las jochas. “Cuando el prioste visita y delega a un compañero para que represente a un personaje, no podemos negarnos, el Niñito podría castigarnos”, dice.
Así, este “actor” principal tiene que buscar a más integrantes, voluntarios de la comunidad, para formar un grupo considerable que le acompañe el día de la fiesta. 
 
>antecedentes. El Niño de Isinche se encuentra en un lugar sagrado desde las colonias aborígenes, al sur occidente del cantón Pujilí (Cotopaxi). La antigüedad de la figura se remonta al siglo XVII. Cuenta la leyenda que en cierta época los pobladores de la zona no tenían provisiones y debían viajar a diferentes sitios para abastecerse. Pero un día un comerciante regresaba a su hogar y trajo algunas cargas sobre el lomo de una mula; sin embargo, hubo un momento en el cual el cuadrúpedo se resistió a seguir y reclinó el costal frente a la puerta de la capilla de Isinche. De pronto, el hombre se percató de que del costal había caído una bella imagen del Niño Jesús, entre tanto el animal desapareció. Creyó que era un milagro y desde entonces es adorada por los feligreses.
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