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“Chavarra”, el spiderman criollo de Rocafuerte

Hace 12 años, cuando Víctor Santana cayó de un techo de 15 metros de alto, todos en su barrio decían que no volvería a caminar.

Jueves 31 Mayo 2018 | 05:00

Ese día cayó de pie, con dignidad, como todo buen carpintero de antaño. 

Lo malo fue que se le partieron los talones y pasó   cuatro meses en cama con las piernas hinchadas. 
Sentía los “cauchos” de los pies destrozados y un dolor en el “carcaño” (talón) que le recordaba el poder de Dios al salir con vida de esa caída.  
Esa ha sido la peor “metida de pata” de todas. 
Víctor ha tenido otras, pero ha quedado colgando de los horcones como  un  Spiderman criollo. 
Víctor Miguel Santana Mendoza es conocido en Rocafuerte como “Chavarra, pero no es solo su apodo, del que no sabe de dónde salió, el que llama la atención. 
Él es un carpintero de altura. De esos que se suben a los techos sin arnés y bajan como si hubiera una escalera imaginaria en el aire. 
Tiene 72 años. Empezó a trabajar desde los 12 con su padre, cuando lo llevaba a reparar las capillas de las iglesias y lo subía en los andamios para que fuera perdiendo el miedo a la altura.  
Su padre era carpintero de iglesias. No había cura en Manabí que no lo conociera. Lo llamaban de todos los cantones para que subiera a las torres de las capillas y les arreglara la cruces. 
Su papá construía casas  con planos, hacía escaleras de madera, lindas  escaleras, señala. 
 “En esos tiempos no existían esos cabos, esos cinturones que se amarran orita al cuerpo para quedar guindado. Uno prácticamente andaba por los techos a la buena de Dios. Labraba la madera con hacha  y suela para armar las casas”, expresa.   
Las casas eran altas, con zancos de hasta tres metros de altura para guindar hamacas. 
Había que picar cañas  y picarla bien porque un trabajo bien hecho es como una carta de presentación.  
Por esos años Víctor construyó un colegio con su padre y lo hicieron como siempre, con hacha y suela, pura hacha y suela. 
 
El Flaco Víctor. Víctor es un hombre delgado, de 100 libras más o menos. Tiene brazos largos y la mirada vivaz. 
Dice que eso se lo debe  a la bicicleta, porque él no usa carro ni nada de eso. Es un hombre de pedal.  
Cuenta que los médicos le han dicho que no deje de ciclear porque el día en que esté inactivo se tulle, quedará como una pasa.  
El año pasado arregló la torre de la iglesia de Rocafuerte, destruida por el terremoto del 2016.  
Allá arriba, a la altura de la campana, le tomaron una foto que sabe la tiene uno de esos amigos y que 
algún día espera se la entregue. 
“Eso es un recuerdo para mis hijos y mis nietos. Ellos dirán allá arriba estuvo mi abuelo”, indicó.  
Victor dice que a pesar de su edad lo contratan porque es “balsito”, de contextura flaca, casi no pesa. 
Además por su agilidad para trepar por balcones, paredes, caminar por techos y no caerse. Porque si le vuelve a ocurrir esta vez no la cuenta.    
 
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