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El centralismo, arma de la corrupción
El centralismo, arma de la corrupción
Por: Carlos Lara Zavala

Domingo 22 Abril 2018 | 05:00

Los centralistas planifican y ejecutan la corrupción. De este mal el Ecuador ha sufrido mucho tiempo. Sin embargo, los últimos años, para vergüenza de la patria y quiebra de la racionalidad y moral se superó todo límite. Los centralistas, esto es quiteños e interioranos en abundancia, costeños de Guayaquil en gran medida; y uno que otro de los denominados provincianos residiendo en Quito, mareados por el poder y el dinero han desbaratado y dilapidado los recursos económicos ecuatorianos, dando rienda suelta a los más inconcebibles y nefastos gastos. 

Se han enriquecido descaradamente, conformando redes mafiosas y atracadoras. Planificaron asaltos a entidades públicas, prepararon normativa legal que diera nacimiento y permitiera, bajo supuesta legalidad, contratos con nombres ingeniosos y dirigidos (giro específico, emergencia, gastos secretos, subasta inversa etc.) 
Se enquistaron en los organismos de control para garantizar la impunidad. Se repartieron botines en hoteles y departamentos quiteños. Se llevaron cantidades que aunque se recuperaran no alcanzarían ni de lejos lo que se tomaron. Lavaron en negocios, aparentemente legítimos, dineros sucios producto de concusión, cohecho, asociación ilícita y más delitos. Con los sacos llenos de dólares circulando en Quito, ha sido rápido y evidente el crecimiento urbanístico de la ciudad, en donde asoman al rayo nuevas y lujosas edificaciones. 
Por sus calles circulan vehículos de la más alta gama y suntuosidad, y en los  destinos de descanso (Casa Blanca, Tonsupa, valles cercanos a Quito; Salinas, Guayaquil y Miami) grandes y lujosas construcciones, por supuesto con vida social intensa; mejores vinos y bocados y muchos desafueros más de alto costo. Todo esto con el silencio de autoridades de control y, por supuesto, el asombro e indignación de los ecuatorianos, que día a día trabajamos con mucho esfuerzo para subsistir.  
Lo más triste es que los corruptos encuentran en personas serias una especie de defensa y complicidad cándida, cuando todavía gente de bien justifica la corrupción argumentando,  algunos rabiosamente, que “todos robaron”: “los de la seis lo hicieron”, “los Bucaram ladrones”. Y la última que constituye la quiebra total de la moral: “no importa que hubieran robado, pero hicieron obra”. 
El Centralismo ha sido el instrumento efectivo para el robo y saqueo. Por ello es urgente pensar en un cambio de modelo de administración del Estado, para trasladar a los territorios los recursos y que la economía del país se dinamice no solo Quito o Guayaquil. Lo que no podrán hacer de aquí en adelante, es acusarnos como siempre lo hicieron en sus exámenes de control, que los de provincias somos ladrones e incapaces. 
Les llegó la hora de rendir cuentas. A terminar con el modelo, el país no soporta más centralismo perverso y corrupto. 
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