Una de sus fortalezas es que sus ciudadanos pueden elegir, con plena libertad y sin presión alguna, a sus gobernantes mediante el acto del voto secreto. Y ser elegido para cualquier dignidad pública.

Lamentablemente aquello no se cumple en muchos países, donde impera más bien un sistema de dinastía que perpetúa en el poder a un solo partido político o a una familia, cuyos integrantes se heredan el liderazgo y mando del partido y del gobierno de la nación.

Hay algunos ejemplos en la historia de Latinoamérica, siendo el de mayor permanencia y resonancia el de Cuba, país en donde la Asamblea Nacional del Poder Popular acaba de designar como sucesor de Raúl Castro en la presidencia de la República a Miguel Díaz-Canel.

Es un hecho histórico, aproximadamente a los 60 años los Castro dejan la presidencia.

Para muchos observadores políticos internacionales, esto apenas es un cambio de nombre, pues la hegemonía de los Castro continuará, al igual que la manera de gobierno. Raúl seguirá, pero como primer secretario del partido comunista.

Entonces, para un verdadero progreso y cambio democrático en el país caribeño, este debe abrir las posibilidades a la creación de nuevos partidos políticos, y mayor libertad para que el pueblo cubano ejerza sus derechos democráticos, sin temor a la represión.