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Luis Emilio Veintimilla Ortega
¡Basta de sangre en las vías!

¡Algo tenemos que hacer, colectivamente! En forma diaria los medios de comunicación nos informan sobre accidentes de tránsito sangrientos que cobran vidas humanas en forma indiscriminada.

Domingo 21 Enero 2018 | 11:00

Si solamente hablamos de un deceso por día, tenemos 30 muertos en el mes, 360 muertos en el año, 360 familias desesperadas: lágrimas, dolor, orfandad, ausencias y vacíos eternos.

¿Podemos seguir impávidos ante una situación lacerante en nuestro medio? ¡No! Debemos comprometernos a impedir que las calles de nuestra ciudad, de nuestra provincia, sigan siendo el escenario luctuoso de cada día. Las iglesias, los gobiernos autónomos, la Agencia Nacional de Tránsito, Ministerio de Educación, Ministerio de Transporte y Obras Públicas, los dirigentes barriales y comunitarios, tenemos un deber de responsabilidad social. 
Solamente requerimos que alguien se decida a encabezar esta cruzada por la vida, que ame a este pueblo, que sienta el dolor de cientos de familias enlutadas y madres inconsolables.
Sugiero que el gobernador de la provincia reúna a los alcaldes, al prefecto, a las cabezas de las iglesias locales, a los delegados de los ministerios de Educación y Obras Públicas, al delegado de la Agencia Nacional de Tránsito, a los presidentes de la jutas parroquiales, a los dirigentes barriales, en forma urgente, para proponer una estrategia por la seguridad y la vida que nos involucre a todos desde los diferentes ámbitos de actividad social y cultural. 
Los muros levantados en calles y carreteras no solucionan nada mientras no tengamos conciencia de la necesidad de observar los reglamentos de tránsito por nuestra propia seguridad y la de todas las personas del medio social en el que vivimos.
En Portoviejo, en Manta, en Manabí, éste es uno de los problemas fundamentales; y mientras nadie haga nada seguiremos viendo caer a nuestros jóvenes, a nuestros seres queridos, en accidentes de tránsito absurdos nacidos del quemeimportismo de las autoridades que tienen bajo su responsabilidad la seguridad ciudadana.
Pasarse en rojo, acelerar en amarillo, excederse de la velocidad permitida, parquear donde está prohibido, usar monopatines en la calle, accionar las motos en zigzag y a velocidades peligrosas, usar las carreteras como pistas de competencia de Fórmula Uno, sobrepasar en curvas, puentes y zonas de prohibición, etc, etc, etc, no puede seguir siendo la tónica de la conducta habitual de cada uno de nosotros. 
Manabí tiene que levantarse a partir de las propias definiciones de su pueblo y de sus autoridades; y, con la misma fortaleza que reclamamos por los recursos de emergencia, cuyas cuentas nadie las entrega, es nuestro deber cuidar de nosotros mismos. 
Si la indolencia prevalece en las autoridades, busquemos en la sociedad civil alguna persona, alguna entidad, alguien que tome el liderazgo para buscar entre todos un giro de timón que precautele la vida y la seguridad de la población.
Quizá este exhorto no constituya arar en el mar. Que otras voces se levanten, que otras conciencias se inquieten, y hagamos una sola fuerza social colectiva por nosotros mismos.
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