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Cuando éramos inmortales
Cuando éramos inmortales
Por: Bruno Poggi Guillem

Domingo 17 Diciembre 2017 | 04:00

Tuve una infancia increíble, alterné etapas de mi vida infantil entre la casa de mis padres y de mis abuelos paternos; y a ratos también pasaba temporadas en casa de mis tías. 

De éstas recuerdo, con especial afecto, las que compartía con mis primos Jorge Emilio y Julio César, quienes además eran contemporáneos míos y pasábamos jornadas eternas alimentando el imaginario infantil con nuestros juguetes de esa época, con los carritos Machtbox que ellos tenían por cientos y que los chicos del vecindario nos tomaban a hurtadillas.
Aún están frescos en mi memoria cuando Jorge Emilio, quien era el mayor de nosotros y sin duda el guía de todos los primos, empezó sus habilidades para el comercio y puso un puesto de alquiler de revistas, desde Condorito, pasando por Pato Donald y Mickey Mouse, hasta la famosa revista Vistazo, que reciclaba de la oficina de su papá, mi tío Jorge Zambrano.
Y también de aquella vez cuando salimos a explorar Crucita y nos perdimos en unos sembríos enormes de higuerilla; y ya entrada la noche, nuestros padres empezaron una frenética búsqueda que obviamente terminó en buen puerto. 
Eran años felices, maravillosos, aunque no me daba cuenta de eso y suponía que la vida seguiría siendo así, tan liviana y despreocupada.??
Crecimos en edad; el vertiginoso paso de la niñez a la pubertad y luego a la adolescencia terminaron de marcar nuestras vidas; y empezamos las carreras universitarias: mis primos se fueron a Guayaquil y a mí me enviaron a Quito.
Las circunstancias me devolvieron a Portoviejo y Jorge Emilio empezaba su vida en el puerto principal, donde sería la mejor tierra para cultivar sus dotes de emprendedor y comerciante sagaz.
Tempranamente fundó Intellicom, una de las primeras empresas del país en dedicarse a la electrónica; en esa época la palabra computadora era algo raro e intrigante. Y cuando entendió que acá también tenía futuro esa rama, me llamó para ser su vendedor en Manabí. 
Nació así una relación comercial que duró unos veinte años, hasta que por razones del mercado local tuve que cerrar mi almacén.??
Escenas imborrables que permanecen en el baúl de los recuerdos y que a ratos los saco para darle más sentido a mi vida: entender de dónde venimos y hacia dónde vamos, saborear el dulce olor y sensaciones que provocan esos años maravillosos y entender que siempre están ahí, en un rincón del corazón. 
Pero al final también entiendo que es solo la brisa de la nostalgia que me visita y me devuelve a los años de la infancia …. cuando éramos inmortales.??
Este escrito pretende rendir un pequeño homenaje a mi primo Jorge Emilio, quien hoy enfrenta su mayor reto personal; a su esposa Berthy, a sus hijos Emilio José, Jorge Andrés, Isabella y Sofía. Al profesional honesto, al ser humano extraordinario; esposo, hijo y padre leal y ejemplar. 
Personas como él hacen del mundo un lugar mejor y nos alimentan la fe en la humanidad. Quienes los conocemos sabemos de esas cualidades; y hoy, nuestras oraciones y pensamientos lo acompañan en esta dura tarea que la vida le ha impuesto.
 
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