Hasta ahora no se sabe de respuestas positivas a las peticiones de ayuda que la mayoría de propietarios de edificios no afectados, de los destruidos parcialmente y de quienes solo cuentan con el solar como propiedad, hicieran para superar los problemas o dificultades que les impiden regresar.

Continúa enarbolada la gran incógnita de qué es lo que sucede en tan extenso sector de la urbe capitalina. Si bien las respuestas deben emerger del famoso Comité de la Reconstrucción,  la municipalidad no está lejana a la responsabilidad, por ser su centro de funciones y el alcalde miembro del comité.

La Cámara de Comercio lo pide, los dueños de edificaciones lo demandan, los comerciantes informales lo exigen, los transportistas lo apuran y la misma población lo anhela. Entonces, ¿qué pasa?

Pudiera confundirse con una resistencia programada, algo así parecido a una estrategia manejada dentro de las paredes oficiales, fuera del conocimiento y del contexto de ese sentimiento popular que debe ser el interés mayoritario, porque es la base de toda obra o cambio social-estructural en la comunidad.

Porque no todo se puede manejar con clichés mentales, pues si es correcto el programar con estudios y proyectos el desarrollo ordenado de las ciudades, cualquier imposición que cambie radicalmente el sistema de vida, contraponiéndose a sentimientos y urgencias populares, puede despertar reacciones contrarias a los fines perseguidos.

Sabemos de los recursos invertidos en estudios y más estudios y de las ideas desarrollistas de avanzada, pero al parecer algunos no entonan aún lo que requieren actualmente sus habitantes, que si bien disfrutan de otras espectaculares como los parques y la luces psicodélicas y “leedistas”, que a todos gustan, demandan también atención a sus necesidades de trabajo.

Porque son el motor generador de los recursos del progreso que se intenta lograr; el sustento al pago de toda posible u obligadas deudas que las obras demandarán en el futuro inmediato.

Sin embargo, las respuestas oficiales como que denotan resistencia a cambio de curso, más bien afianzando la programación esbozada sin la participación ciudadana, dispuesta a gusto y emociones de los funcionarios del va porque va. Y punto..

Entonces, es hora de meditar y entender que la gobernanza es una actividad coparticipativa, porque va transcurrido año y medio desde el día de la hecatombe y el centro de Portoviejo aún permanece como un recuerdo vivo de la tragedia y las incongruencias humanas.

Y un buen Gobierno no sólo es el que hace obras, sino el que llega al pueblo con el diálogo constante, para dar paso a la solución de sus principales necesidades, sin atentar contra sus costumbres, menos contra su historia.

 Hay que saber escuchar y recapacitar. Y la gente productiva pide rehabilitar, ya, el abandonado centro de la capital manabita.