Actualizado hace: 938 días 5 horas 13 minutos
Tema del día
Los “chamos” la sudan en Santo Domingo

Favio Giraldo sacó sus ahorros para dejar su país.

Lunes 31 Julio 2017 | 13:00

No tenía otra salida, estaba desesperado, tuvo que abandonar su casa y llevarse a su esposa y sus dos hijos.
Se fue huyendo como muchos de la crisis económica, de la inseguridad, la escasez y la incertidumbre para comenzar una nueva vida en un país desconocido.
En Venezuela era ingeniero en Sistemas y músico profesional, tenía un buen empleo, ahora en Ecuador trabaja en la calle, “suplicando” a los conductores que le compren una botella de agua o energizante que lleva en un canasto.
Ya han pasado seis meses desde que llegó a Santo Domingo. Su vida es otra, ya agarró una nueva rutina.
Cada día, después de una agotadora jornada de trabajo, el hombre de 39 años debe quedarse velando por sus hijos, toda la noche. Es su turno, porque en el día la madre de los pequeños, de diez y cinco años, los cuida. Después, ella tiene que trasnocharse en una clínica donde por fortuna labora como enfermera.
Ya al amanecer, Favio alista su traje, uno colorido que lo cubre desde los pies hasta el cuello y también deja oculto sus títulos universitarios. Él vende Vive 100 en el sector del Círculo de los Continentes, nada que ver con su cotidiana vida que dejó a miles de kilómetros, en su natal Puerto La Cruz, en Venezuela, donde se desempeñaba como trompetista en la Sinfónica Simón Bolívar.
Estaba bien, pero poco a poco la vida se puso más cara, la suerte no le acompañó, incluso perdió su carro y demás bienes por un accidente.
“Me vine viendo que la vida relativamente está más cómoda en cuestión de comida y trabajo, llegó un momento en que uno no podía ni sostenerse a sí mismo, había pocos productos y el trabajo era escaso. Nuestros  hijos son conscientes de la realidad”, dice Favio.
Lejos quedaron los hermanos, los panas y la comida que tanto extraña.
Por ahora no piensa en volver, “vamos a ver qué pasa, lo bueno es que aquí uno hace algo y hace plata”, expresa.
 
DE GERENTE A VENDEDOR. Jesús Rafael Narváez (28) también es víctima del éxodo migratorio. Una gorra con los colores de Venezuela que siempre lleva puesta lo hace sentirse cerca.
En su país era gerente de una línea aérea, pero últimamente no le alcanzaba el dinero, había muchos gastos. Allá al mes ganaba lo que aquí representa 200 dólares, debido a la inflación y la devaluación de la moneda, una de las causas que ha agudizado la crisis venezolana, la principal fue la caída del precio del petróleo, producto del que depende esa nación.
Según una publicación de CNN, en el 2015 un dólar equivalía a 175 bolívares.
Esta fue una de las razones por las que Jesús huyó de Cumaná (estado Sucre) y desde hace cuatro meses en tierra tsáchila se dedica a vender chocolates en las calles, desde las cuatro de la tarde hasta las nueve de la noche.
A Ecuador llegó junto a su novia. Arribaron a Cuenca, donde estuvieron sólo unos días, prefirieron Santo Domingo “porque es una ciudad más comercial”. Su pareja trabaja en una heladería, juntos pueden pagar el arriendo y comprar comida.
Aún así no está tranquilo. Tiene una hija de dos años de edad que vive en Venezuela con su primer compromiso. Verla es lo que lo motiva a regresar, pero no sabe cuándo. Incluso tiene ofertas de trabajo, pero lo está pensando, dice que mientras siga el mismo problema social no se irá.
Lo mismo piensa su compatriota Pedro Rengel (34). Él vino solo, es de Maracaibo y antes de radicarse en suelos ecuatorianos laboraba en una empresa de mantenimiento de aviones en el aeropuerto de Caracas, también en la aduana. En sus seis meses en Ecuador no ha podido encontrar empleo en un aeropuerto y debió conformarse con limpiar parabrisas de los carros, soportando muchas veces las malas caras de los conductores.
Trabaja de ocho de la mañana a ocho de la noche, solo descansa una hora para almorzar. “Aquí no me siento inseguro de la delincuencia ni por falta de alimentación, el problema de inseguridad estaba matando a los venezolanos”, cuenta.
En su país ganaba 4 mil 500 bolívares quincenales, que equivale a unos 40 dólares. “Gano un poquito más pero estoy tranquilo y tengo alimentación. El país se está quedando solo, es nuestra tierra, pero tenemos que emigrar. No venimos a molestar ni hacer daño a nadie, solo queremos volver a casa tranquilamente y que se acabe este problema, ese comunismo que nos está afectando”, refiere Pedro.
 
LEJOS DE SU HIJA. Génesis Guerrero (23) debe esperar cada domingo para hablar con su hija, de cuatro años, que quedó con su abuela en Maracay.  
Solo puede comunicarse con ella cada siete días porque cuando la joven llega al departamento que arrienda, a las seis y media de la tarde, en Venezuela ya son casi las ocho y su niña está durmiendo.
Ya lleva casi siete meses en Ecuador. Tuvo que renunciar a su empleo de cajera en un supermercado para venir, porque “vivía con las justas, nos alcanzaba, pero tampoco sobraba”.
Llegó a Quito, donde estuvo 15 días y con su esposo pudo conseguir empleo en un local de celulares, luego le dieron el pase a la sucursal de Santo Domingo.  
Al inicio fue duro, dicen que se sintieron discriminados. En Quito algunos decían: “los venezolanos nos vienen a quitar los trabajos”.
Por ahora solo piensan en trabajar para reunir dinero y traer a su niña. Ya cuenta los meses, en diciembre podrá volver a abrazarla y alegrar su Navidad, mientras tanto ya será un año de no ver a su país, de ser, como miles, “mártires” de la crisis. 
Compartir en Facebook
Compartir en Twitter
  • ¿Qué te pareció la noticia?
  • Buena
  • Regular
  • Mala

Más noticias