La tranquilidad que se respira en el país es tan refrescante; pues hemos pasado de un presidente prepotente, insultador y divisor, a  tener un presidente que no insulta, que no le tiene miedo a las críticas, que convoca al diálogo y que con firmeza y decisión ha enfrentado los altibajos y críticas que provienen de sus compañeros. Porque es importante ya hacer lo que  considera más correcto para lograr la armonía, el apoyo y la solución a todos los problemas que enfrenta el país. Es el golpe con guante blanco que desde hace mucho tiempo alguien tenía que darle a quien se consideraba el dueño del país y de la verdad.

A lo largo de la vida y de la historia de muchas naciones, sólo aquellos que entendieron que convocar a quienes se oponían a su pensamiento, era el camino más inteligente para poder trabajar en paz y lograr los objetivos deseados. Este llamado al diálogo, a la clase política y a todos los sectores productivos del país, es el remedio que quizás cure esa gran herida que tiene el Ecuador en materia económica, social y ética; pues la corrupción, la deuda externa, la falta de infraestructura en salud y educación, escasa para la gran demanda de pacientes y estudiantes, deben ser prioridad y por ello habrá que unir fuerzas para lograr los objetivos propuestos.

Pero, cuidado en ésta convocatoria se arrimen aquellos que ya destruyeron el país años atrás, cuidado las componendas y nuevamente la burla al país. Si el empeño del Presidente es unir fuerzas, lograr consensos, permitir un ambiente de calma en el país; tendrá que tener mucho cuidado de no cometer errores; de mirar más allá de una propuesta, de negociar dentro de parámetros claros y transparentes.

Las equivocaciones, los aciertos y los logros del periodo anterior son ya parte de la historia; quien estuvo al frente ya cumplió su papel, y cada ecuatoriano sabrá reconocer lo bueno y lo malo de aquella administración; pero ésta, la actual merece un apoyo, y por el bien de todo el  país tenemos que apostar en que en medio de tanto lodo creado por la corrupción, tanto déficit económico creado por el despilfarro y los sobreprecios, tanta falta de todo para acceder a una educación y una salud y seguridad social más equitativa; hay una esperanza que nos invita a tener un Ecuador de hermanos.

No olvidemos que estamos comenzando un nuevo periodo; debemos tener cautela, pero también debemos tener confianza; éste país aún tiene gente muy valiosa, que tiene que ser protagonista y no simplemente observadora.