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Río revuelto
Río revuelto
Por: Rosa Dalia Cevallos

Viernes 21 Julio 2017 | 04:00

Las diferencias eran notorias. Alguna vez se deslizó que hubo una fuerte discrepancia, al punto de que quiso abandonar el segundo cargo de la nación. El primero, con estudios en su país y que lo conocía tras darle varias vueltas interpretando su historia, más allá de memorizarla simplemente. Había estudiado además en Estados Unidos y en Europa, en reconocida universidad por formar profesionales con profunda conciencia social.

Mientras Rafael Correa estaba convencido de que debía crear un movimiento más coincidente con la socialdemocracia del norte de Europa que con el fenecido socialismo del Este y de Cuba, ya Lenín Moreno estaba alejado de la política. Lejos había quedado el fervor de los años juveniles que lo involucró con el MIR - Movimiento de Izquierda Revolucionaria -. Llevaba una vida medianamente burguesa cuando fue víctima del hampa  perversa... pero perdonó y su debilidad lo convirtió en motivador, especialmente  de los discapacitados. De allí fue invitado a la AP.
Vuelto a la reciente lid electoral, pintado como un extremista por la desesperada oposición, cosechó aplausos el día que las críticas del ya presidente Lenín Moreno -veladas en un principio- salieron de casa. Imposible que no recibieran la inmediata respuesta de Rafael Correa, la más contundente: “vencimos a la oposición, pero temo que no venció la Revolución Ciudadana”. Recuérdese que el máximo líder no se identificó con tendencias de extrema izquierda ni en su época de estudiante universitario. Generalmente, en los planteles católicos había una tendencia a la llamada Doctrina Social de la Iglesia o Izquierda Cristiana.
Sí lo hizo Lenín Moreno en tiempos en que las agrupaciones no conservadoras forzosamente incluían la I en sus siglas. Ironías de la vida. Mientras Moreno se había reinventado, término usado por quienes dan la bienvenida al conservadorismo, un vehemente y costeñísimo Rafael Correa no abandonaba su doctrina social. Nótese la diferencia de personalidad y de carácter geopsicológico…quien no acepte estas naturales diferencias no conoce Ecuador. 
Rafael Corea comenzó a hacer respetar la soberanía del país y, por ende, la figura de la máxima autoridad; a ello lo facultaba la voluntad popular ratificada en varias elecciones, esa voluntad que los opuestos llaman “borreguismo”.
El ánimo conciliador del presidente Moreno fue plausible cuando fuerzas retardatarias, sobre todo de la capital, amenazaban con replicar en el rico Ecuador lo que sucede en Venezuela. Pero todo parece nulo frente a las acusaciones de haber entregado a un partido a  Cnel,  una de las más poderosas empresas públicas de servicio,  repitiendo el reparto que existía en nuestro país en la época pre-Correa. Le toca demostrar por todos los medios que no hay tal entrega, de lo contrario la armonía que busca no llegará jamás.
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