En su defensa, el primer funcionario brasileño alega que las pruebas presentadas han sido manipuladas y adulteradas con el específico fin de hacerle daño, por lo que mantiene su inocencia y su decisión de continuar frente a la administración del país coloso de América del Sur.

De ser defenestrado, Temer sería el segundo presidente de Brasil que se alejaría de sus funciones en menos de un año por denuncias de corrupción, pues su antecesora, Dilma Vana da Silva Rousseff, de quien era su vicepresidente, debió dejar el cargo en agosto del 2016 acusada del mismo delito.

Y como si fuera poco, el también expresidente brasileño, Luis Inácio Lula da Silva, quien figura en encuestas como el favorito en una campaña electoral, igualmente fue incluido en caso de corrupción junto a Rousseff, en investigaciones que aún no han concluido.

Estos acontecimientos ratifican la permanente y directa presencia de agentes de la corrupción en diversos gobiernos del mundo, y la acción de la justicia para frenar su auge, en este caso con logros plausibles y ejemplares que subrayan la validez de la independencia de las funciones del Estado, para ejercer el poder de las leyes por sobre todos quienes las infrinjan, sean quienes sean.