En esta temporada de elecciones presidenciales, es menester pensar bien sobre la decisión del voto.
Si formulamos un listado de parámetros, bien podría deducirse que, el señor presidente cumple a cabalidad y solvencia con los requisitos para llevarle a nuestro país al desastre de modo definitivo: narcisismo (se precia de muy atractivo y enamorado de sí mismo, siguiendo al legendario Narciso); prepotencia (se cree el más poderoso de todos y hace alarde de ello); demagogia (trata de ganarse el favor popular con halagos y ofertas, asunto que constituye una degeneración de la democracia, acorde al léxico del idioma); ineptitud (es evidente la pobreza y aún la miseria en nuestro pueblo a pesar de los ingentes recursos que tuvo el régimen); incapacidad para investigar casos hórridos (como el de Odebrecht y otros); charlatanería (habla mucho y sin sustancia, como en las sabatinas: monólogo pletórico de insultos y sofismas); amistad e inclinación a regímenes dictatoriales y nefastos (como el de Venezuela, Nicaragua, Cuba).