Sobre ellas. Rosa Caizabanda, oriunda de la comunidad de Chibuleo (en la provincia de Tungurahua), es una artesana dedicada a la elaboración y la comercialización de todo tipo de accesorios para mujeres, entre ellas también están las pulseras rojas para bebés. 

Sobre el uso de estos accesorios y la tradición, menciona que las pulseras alejan las malas energías y “además la envidia que tengan algunas personas. Se las utilizan del lado izquierdo porque se cree que es el costado del cuerpo que se encuentra más conectado con el alma”. 

El efecto. En muchos pueblos ubicados en diferentes partes del país, la tradición se ha conservado intacta a través del tiempo, tal es así que a los recién nacidos se les coloca un prendedor rojo en la ropa o se les pone una pulsera roja en la muñeca como una forma de protegerlos del ‘mal de ojo’. 

Se dice también que estos objetos otorgan energía a quien las lleva y no solo sirven como amuletos contra la envidia, sino que también son beneficiosos cuando se necesita valor para enfrentar situaciones difíciles o se comienza un nuevo proyecto en la vida.

Contra lo negativo. “Mi abuelita, mi madre, mis tías… han llevado esta costumbre de ponerles la pulsera roja a sus hijos, ahora yo que soy madre también lo hago con mi niño, para que no le transmitan el ‘mal de ojo’, tampoco las malas energías”, dice Lucía Poaquiza, habitante de Chibuleo.

A esto también se la añade el huairuro, que es una semilla pequeña como un frijol de color rojo y negro oriunda del antiguo imperio incaico, su poder de protección se utiliza en rituales. Estos amuletos son usados como joya o como adorno que puede llevarlo puesto como un collar, anillo, pulsera o llavero en la cartera.

“Esta pulsera debe ser una cinta roja con huairuro y estar en la mano izquierda, de esta manera le protegerá al bebé de las malas miradas y espíritus negativos. También se utiliza para aumentar el dinero y solo se debe poner junto a la billetera”, cuenta Rosa. 

Un antecedente ancestral. Este uso se le da desde que la Colla o esposa del inca se enfermó de una extraña enfermedad descrita como una fuerte depresión en el alma, lo cual aliviaron con un collar hecho de huairuros.

Además, era utilizado en la selva para el ritual de iniciación de los niños, quienes eran aislados en el bosque para tener como reto volver a casa solo guiándose de los árboles de huairuro.