“Un dolor que cura otro dolor”, reflexiona Geovanny: la aguja que dibuja en la piel heridas del alma, pero que cicatrizan en forma de arte.

Si bien es cierto que los días posteriores al sismo no tuvo clientes, dos semanas después recibió visitas de personas que llegaban con la idea de tatuarse algo referente a la tragedia.

Se sentaban frente a frente,  y entonces escuchaba historias de pérdidas, de desprendimientos inesperados, de cafés suspendidos.

EL PADRE. El padre de Jasson Alcívar fue una víctima del terremoto. Estaba en su trabajo en el centro comercial Felipe Navarrete, cuando el edificio se convirtió en una trampa mortal que lo dejó atrapado bajo toneladas de cemento.

Semanas después, Jasson fue hasta donde Geovanny para intentar sanar la herida dejada por la muerte de su padre a través de la terapia de las agujas. Quería llevar en su piel un símbolo para recordarlo siempre. Decidió entonces tatuarse un arcángel que ahora le cubre la espalda con un par de alas abiertas y una espada que se clava en el suelo de tinta negra. 

Arriba de la cabeza del arcángel está la fecha del terremoto: 16-04-2016. Una fecha para no olvidar. La herida se había convertido en cicatriz. ”Alivia un poco, es un modo de expresar lo que sientes, de sanar las heridas”, explica Jasson, quien acaba de cumplir 18 años y divide su tiempo entre el estudio y el trabajo.

LAS HISTORIAS. Geovanny acababa de terminar un tatuaje, cuando la tierra empezó a temblar.

Los días posteriores se preocupó, como todos, de abastecerse de comida. Los clientes, como era de esperarse, dejaron de llegar a su local ubicado en el barrio El Porvenir.

Pasadas las dos semanas, y cuando ya había incluso analizado irse a otra ciudad a trabajar, los clientes empezaron a volver. Muchos de ellos venían en busca de un tatuaje que representara lo que habían vivido en el terremoto. Escuchaba las historias y absorbía las ideas.

Vino, por ejemplo, un hombre que había perdido a su esposa en el Felipe Navarrete. La había buscado entre los escombros, lastimándose las manos y los brazos, pero nada pudo hacer por rescatarla. Fue entonces cuando decidió tatuarse el nombre de su mujer, en el antebrazo con el que en las horas posteriores a la tragedia estuvo removiendo escombros, gritando el nombre de su esposa que ahora lleva plasmado entre dos alas. 

“Cuando terminé de tatuarlo, él les mostró a sus dos hijos que lo habían ido a acompañar: ‘Miren, es el nombre de su mamá’, les dijo”, recordó.

El amor hecho tinta, un tatuaje para no olvidar, para hacer memoria. “La tinta lava”, explica Geovanny.

LOS RELOJES. Sobre la piel de muchos, los relojes se han detenido a las 18h58 del 16 de abril.

Es el caso de un par de hermanos que decidieron tatuarse relojes detenidos en esa hora fatal, en la que perdieron a su padre atrapado en una casa que se vino abajo.

Ambos llegaron al estudio de Geovanny en busca de un tatuaje para honrar la memoria de su padre.

Uno entonces recordó que su padre gustaba de beber café, y que él era el único hijo que compartía su gusto por la bebida. Entonces decidió tatuarse una taza de café de colores, acompañada de un reloj detenido en las 18h58, tiempo en el que la tierra empezó a temblar.

Al otro hermano le tatuó un reloj, también detenido en la misa hora. 

Vienen en busca de un símbolo que los sane, insiste el tatuador, quien ha sido testigo de otro fenómeno: a su local llega gente decidida a tatuarse porque han sobrevivido al terremoto.

Muchos de ellos tenían pensado tatuarse antes del 16 de abril, aunque no se habían decidido, pero como sobrevivieron al terremoto vienen para cumplir el deseo, explica.

Es el caso de José Vargas. Él sabe lo próximo que hará cuando tenga un dinero extra: se tatuará algo referente al terremoto. “No sea que la muerte me encuentre sin cumplir un deseo”, reflexiona.