En esta comunidad indígena diseñan su propia vestimenta, incluso sus calzados.

Las manos de Agustín Masaquiza parece que nunca se detuvieran, pues lleva 30 años elaborando de manera artesanal sandalias para los habitantes de la parroquia Salasaca del cantón Pelileo, provincia de Tungurahua.

Rodeado de hilos, herramientas y materiales, Agustín Masaquiza, ‘pendonero’, como lo conocen en la comunidad, expresa con mucha nostalgia que pocas personas se apasionan por la confección de este artículo femenino, típico de los salasacas.

Estos elementos de la vestimenta ancestral indígena son similares a las alpargatas, pero estilizados para que las jóvenes los utilicen. Hay con taco alto para las ejecutivas o de plataforma. 

Sello de identidad. Como buen artesano, de sus manos laboriosas, llenas de marcas y cicatrices producto del esfuerzo de su trabajo, afloran su habilidad innata de moldear y tejer las afamadas sandalias que conllevan investigación, historia y antropología.

Una habitación entera ha dispuesto este hombre para tener de forma organizada sus herramientas, en su vivienda situada a pocos metros del centro de la parroquia. 

Hormas, tijeras, martillo, hilos y una infinidad de sandalias terminadas, llenas de color y formas diversas, se confunden con las máquinas artesanales para tejer, una máquina antigua y su inseparable mesa de trabajo. 

La fusión de colores y figuras vuelve atractivo al calzado. 

Eso hace que las mujeres jóvenes de la comunidad se interesen por su calzado. Las raíces de los salasacas se remontan a los tiempos del incario. 

Durante el período de Desarrollo Regional, entre los años 1500 a. C. y 1500 d. C., la gran confederación Puruhá resistió de manera frontal la invasión y conquista inca. 

El salasaca se caracteriza por su indumentaria blanca (camisas, pantalón y sombrero), poncho negro y faja bordada a mano.