El estreno de “Alicia a través del espejo” me hace pensar que quizás este sea uno de esos personajes redondos y tridimensionales que Witherspoon anda buscando para, a su manera, agregarle complejidad al componente femenino dentro del cine. Dicen que Lewis Carroll, el autor de la novela, escribió “Alicia en el país de las maravillas” y “Alicia a través del espejo”, su continuación, durante viajes psicotrópicos en los que se dedicó a perseguir alucinaciones para luego poder escribir sobre ellas. Quién sabe. Es posible, supongo. Pero, al final, es lo de menos: una obra de arte se sostiene por sí sola y muy poco tienen que ver las circunstancias en las que haya sido concebida. En todo caso, Alicia es una de las mujeres (¿niña?, ¿adolescente?) más poderosas de la literatura, del cine y de la ficción en general. No sólo visita mundos paralelos y delirantes sino que los interviene, se relaciona con seres extraños y casi a golpes va a aprendiendo que la realidad es sólo el invento de alguien más.    

A veces me pregunto qué hubiese pasado con Alicia si su creador le hubiese permitido crecer, desarrollarse y enfrentar las batallas del mundo adulto, prostituto y vano. Quizás, pienso, sería una mujer arriesgada que se juega al todo por el todo o, al contrario, una persona traumada y despechada que le tiene miedo a la gente y prefiere la calma predecible de la soledad. No lo sé, pero lo intuyo. Alicia sería un poco más de lo que ya es: una mujer que avanza saltando entre aventuras imposibles. Una mujer de verdad.