Luego del 16A, más de mil sismos han sido registrados por los especializados

organismos de control, con un horizonte que varía, pero que no pronostica una pronta terminación, pues son movimientos imperceptibles, leves o de intensidad cercana al del terremoto, verbigracia los del miércoles 18 de mayo. Y como el epicentro sigue siendo el área del sector norte manabita y sur esmeraldeño, las estrategias a seguir tendrán que obligadamente relacionarse a un mayor cuidado de nuestro presente y futuro.

Lamentablemente los recuerdos que se esperaba quedarían solo como eso, la misma naturaleza está encargándose de revivirlos, por lo que hay que hacer consciencia que tenemos que aprender a convivir por largo rato con estos apuros, como suele suceder en otros pueblos del mundo, evitando incrementar el estado de angustia y desconcierto no sirviendo de parlante de informaciones  alarmantes, que suelen desviarse hacia lo tenebroso cada vez que aumentamos comentarios antojadizos.

Al habernos ubicado la realidad geofísica en la línea de placas de tierras que aún se encuentran en proceso de acomodo, nos queda es aprender de quienes tienen experiencia, por lo que, en el caso de Manabí, las proyecciones debería ser tender al estudio sismológico, geológicos y más, de los terrenos donde se asientan sus ciudades para que estos rijan las futuras construcciones con obligado estudio sismorresistente.

De igual manera, la posibilidad de que en cada domicilio se pueda especificar, en lo mínimo, lugares dentro de las habitaciones, salas, comedores y otras donde puedan sus habitantes acudir hasta que pase la intensidad del movimiento si no alcanzan a evacuar oportunamente el edificio.

En el caso de Portoviejo, cuya administración está muy ligada a los estudios y proyectos, estimo debe haber pensado en lo primero, porque lo segundo sería de libre albedrío del propietario de la construcción, si no es parte de una ordenanza.

Y en referencia a la capital manabita, discrepo completamente con aquello de una reconstrucción para levantar una nueva ciudad. ¡Vamos! ¡Portoviejo no ha muerto, ni ha sido devastada! Ha sufrido heridas, profundas, que son las que deben ser curadas, pero sin tratar de quitársele su historia, su integridad.

Porque no es el caso novelesco de subirse a una loma, ver cómo se quema,  imaginándosela ya una ciudad de futuros antojos mientras se toca una lira. Eso sí será matarla.

Pero de aquello nos referiremos en otra oportunidad.