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Manabita uno, manabitas todos
Manabita uno, manabitas todos
Por: Solón Pinoargote Sánchez

Viernes 06 Mayo 2016 | 04:00

Una vez que ha transcurrido el tiempo suficiente desde que nuestra provincia y la parte sur de la provincia de Esmeraldas sufrieran los embates de la naturaleza, soportando uno de los más grandes terremotos desde hace cincuenta años, en cuanto a su intensidad sísmica se refiere, es necesario hacer reflexiones del comportamiento humano antes, durante y después de lo sucedido.

El manabita siempre se distinguió por ser una persona amable, hospitalaria, sobre todo generosa, entre otras virtudes, lo que nos hace ver diferente a otros conglomerados nacidos aquí en Ecuador, y en otras latitudes del planeta,  llenándonos de orgullo y satisfacción plena.
Como consecuencia del siniestro ocurrido, una gran cantidad de coterráneos, costeños específicamente, tuvo la imperiosa necesidad de refugiarse en alguno de los lugares destinados para ello, (albergues) puesto que en su gran mayoría lo perdieron todo, desde vidas humanas hasta viviendas. Y eso hizo la presencia obligada del Estado ecuatoriano a través de sus diferentes ministerios;  de organismos de socorro, de instituciones privadas y de personas naturales, entre otras, etc., tratando de paliar la situación entregando lo elemental tales como agua, vestimenta, medicinas, alimentación y artículos de uso personal. La ayuda internacional tampoco faltó. Eso es en todo caso lo que se llama solidaridad, uno de los valores más preciados que debe poseer el hombre contemporáneo.
Lamentablemente no todo es como uno quisiera que fuera, pues dentro del propio recinto llamado a albergar a los ciudadanos que sufren situaciones de desgracia extremas, existen los llamados avivatos, que haciendo gala de la llamada viveza criolla, sin escrúpulo alguno, y carente de conocimiento y más que nada de la magnitud real de la situación, en franco desconociendo de la palabra solidaridad, aparecían todos los días desde horas de la mañana para marcharse por la tarde llevándose todo, perjudicando de este modo a los necesitados de tal ayuda, puesto que acaparando aquello que llegaba, se lo repartían entre ellos; y lo que es peor, son gentes de otros lados, bajadas de una de las laderas de la ciudad, con numerosos miembros de su familia llenando cajones inmensos de víveres para luego marcharse a vista y paciencia de todos sin que nadie diga nada. 
Seguro que hay responsable o responsables de esta criminal acción de hacer y permitir. Situaciones así no pueden continuar, pues esos “señores” y “señoras”, los que se llevan las raciones alimenticias y demás donaciones que a nivel de solidaridad entregan el Estado e instituciones privadas y personas naturales, etc., y los que permiten deben pagar con cárcel por este delito. Y para que en lo sucesivo se sepa a quién debe confiarse una responsabilidad como esta. Manabita uno, manabitas todos.
 
 
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