Actualizado hace: 938 días 15 horas 29 minutos
Crónica
Felicísimo Tubay murió de soledad

Gastón vio cómo su compañero de habitación, justo frente a su cama, se apagó de a poco hasta fallecer la noche del domingo.

Miércoles 30 Marzo 2016 | 08:30

Gastón Zambrano recuerda que desde las cinco de la tarde se complicó, incluso alguien alcanzó a traer un pastor que acompañó sus últimas horas. “Como a las siete murió ahí, acostado en su cama como si se quedara dormido”, cuenta.

Así dejó este mundo Felicísimo Tubay Suárez, de 86 años, quien tras un incendio terminó en el hospital Verdi Cevallos y permaneció casi seis meses sin ningún familiar que lo acompañe o por lo menos visite.

Lea también: Seis meses sin una visita


Sin esperanzas. “Murió de soledad”, asegura una enfermera que lo conoció y que junto a más personal y familiares de otros pacientes asumieron su cuidado.
El doctor que lo trató usa un término médico: depresión. 
Roddy Saltos, geriatra, cree que Felicísimo “perdió las ganas de vivir”.
No comía, se quitaba la sonda por la que trataban de alimentarlo, aunque podía (y debía) acostarse en distintas posiciones por las heridas de su espalda prefería estar inmóvil. “A ratos se ponía la sábana sobre el rostro”, menciona el médico y reflexiona: “en ocasiones, más que medicina se necesita compañía”.
Recuerda que meses atrás un enfermo joven que esperaba una cirugía fue su mejor amigo. “Con él hasta volvió a caminar. Luego ese paciente se fue de alta y volvió a estar solo”, dice. 
Morgue. Inés Quiñónez, trabajadora social del hospital, confiesa que ha sido el caso más dramático que  muchos de los que asisten. “Llamábamos a los familiares y decían que sí iban a venir, pero no llegaron. No se pudo conseguir un cupo en el asilo por su estado”, indica.
Cuando murió no pudieron contactar a nadie, por eso su cuerpo terminó en la morgue del centro forense de Manta. 
El lunes que llegó un pariente dijo que iban a hacerse cargo del cadáver.
Futuro. Gastón Zambrano se entristece hasta las lágrimas por su compañero de habitación, pero también por él mismo. Tiene 68 años, un derrame cerebral, diabetes, es viudo por tres ocasiones, no tiene hijos, vive solo en la localidad rural de Boyacá de Chone y una ahijada es su única compañía a ratos. “Es muy dura la vida”, dice entre sollozos.
Compartir en Facebook
Compartir en Twitter
  • ¿Qué te pareció la noticia?
  • Buena
  • Regular
  • Mala

Más noticias