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Alfredo Saltos Guale
Presupuesto agrícola

La mejor demostración de la importancia que los gobiernos otorgan al sector agropecuario está dada por las asignaciones presupuestarias para su impulso y desarrollo.

Sábado 21 Noviembre 2015 | 04:00

 Podrán haber buenas intenciones, propuestas interesantes, a veces demagógicas, para proyectos tangibles y productivos, pero si no existe la auténtica voluntad política de realizarlos, que se traduzca en suficientes y oportunos recursos, las ofertas se convierten en quimeras, que lindan en  el engaño. La magia de Internet permite conocer, casi en detalle, los alcances de la proforma de gastos e inversiones para el 2016, remitida por el Ejecutivo a la Asamblea y  deducir lo que el oficialismo entregará para el agro en el próximo año. Analizaremos la globalidad de los montos y la desagregaremos en fondos para investigación y fomento, comparándolos con el valor de la producción agrícola y total del país.

En la parte de distribución por sectores de actividad,  aparece para el agropecuario, en cifras redondas, 351 millones de dólares, lo que significa apenas el 0,35 %  del Producto Interno Bruto, calculado en 100.000 millones de dólares. Relacionando con el PIB agrícola, equivale sólo al 3,5 %. Esa proporción sería menor si sumamos, como debería ser, la ganadería, acuacultura, silvicultura, pesca y la agroindustria, que se estila internacionalmente. Sea como fuere, hemos de convenir que esa mínima contribución no guarda proporción con  la gran trascendencia de la agricultura y sus actividades afines. 
Ahora bien, en esos 351 millones están incluidos gastos corrientes y sólo 139 millones para inversiones, en fomento y desarrollo, lo cual  minimiza aún más el aporte estatal. Profundizando el análisis, encontramos que a INIAP le entregarían en el año 2016 apenas 21 millones, de los cuales sólo será para investigación 4,7 millones, minúsculos para la obtención de nuevas variedades de alta productividad, ensayos para el control de plagas y enfermedades y para multiplicación de semillas certificadas, es decir,  apenas el  0,046%,  del PIB agrícola, muy distante del promedio latinoamericano, no se diga del mundial.
Frente a este triste escenario, de insuficiencia de recursos para el debido fomento agropecuario, en  dos puntales básicos, como la transferencia de conocimientos e innovación tecnológica aplicada al campo, se concluye que continuarán los bajos niveles de productividad de las plantas cultivadas y, con ello, la paupérrima rentabilidad que caracteriza al sector, que impedirá el crecimiento nacional y el bienestar de los campesinos, que continuarán esperando el prometido cambio.
 
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