Es así como cuenta Daniel Ordóñez, estudiante de psicología. Él tuvo la oportunidad de acudir a uno de los rituales en los cuales los shamanes comparten la ayahuasca a los turistas. Confiesa que luego de la ceremonia, no volvió a pensar de la misma manera. “Durante ese momento experimenté cosas maravillosas. La conexión que tuve con la naturaleza e incluso con familiares que ya no están junto a mí fue lo más hermoso”, manifiesta.