El calentamiento generalizado de mar exige actualizar las estrictas regulaciones ambientales y de riesgos, aplicables a la importación de especies acuáticas provenientes de medios diferentes, donde los requerimientos de temperatura, costumbres y alimentación, difieren a los ecuatoriales. No son escasos los ejemplos de peces adaptados a determinadas condiciones climáticas, que se vuelven agresivos, afectando individuos benéficos, de ambientes extraños, como lo acontecido con la variedad de peces cobia,  convertida en intrusa depredadora (no permanente, al decir de la información oficial) del camarón de mar, corvina y otros, factores de ocupación para cientos de pescadores artesanales y bocado predilecto para miles de ecuatorianos. 

La inminencia de un fenómeno El Niño, cuya intensidad es aún incierta, que ojalá pierda la fortaleza  que se le asigna, es una real posibilidad de movilización por agua y  viento, de especies del reino animal y vegetal, que podrían causar enfermedades y convertirse en plagas devastadoras, que impacten la salud humana y ganadería, con destrucción de cultivos, en detrimento de la seguridad alimentaria y las exportaciones nacionales. Nuestros mayores inconvenientes en ese ámbito han sido producto de ejemplares exóticos, en los que sobresalen  malezas intrusivas, que antes no teníamos, que accedieron a nuestros campos adheridas a semillas e implementos de uso agrícola, de costosa erradicación.

Lo lamentable es cuando estos no convidados visitantes, normalmente  viajeros sin visa ni pasaporte, acceden autorizados por autoridades políticas desaprensivas, sin experiencia, noveleras, que creen que desarrollar el sector agropecuario radica simplemente en importar, seducidas por supuestos mayores rendimientos y calidad superior de productos de remotos centros desarrollados. Lo expresado obliga a reforzar, o crear si no existiesen, propios programas de investigación, en el entorno que nos pertenece, para lograr especies mejoradas, obedientes al incomparable  ámbito ecuatorial.