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Economía
Crisis también golpea en los talleres de costura

El ruido especial de su vieja máquina de coser alemana Necchi es música para sus oídos mientras elabora las prendas que le encargan.

Domingo 04 Octubre 2015 | 04:00

Herney Pillasagua Plaza aprendió a coser a los 10 años de edad y se enamoró de ese oficio. Fue tres años a la universiad y vio que lo suyo era confeccionar prendas de vestir. 

Hace 30 años el oficio era bueno y gracias a eso sacó adelante a su esposa y 4 hijos, que ya son profesionales. 
“Cuando empezaron a llegar las pacas con ropa usada se afectó el negocio”, dice el sastre mientras cose un terno de casimir para entregar este fin de semana.
Toca la máquina y agrega que “coser ha sido mi travesura desde pequeño”. 
En los buenos tiempos podía hacer tres pantalones y una camisa diarios. Hoy el negocio está malo y aún cuando es tiempo de fiesta los encargos han disminuido.  Pero él persiste en esta labor porque “si no me gustara no estuviera aquí; tampoco lo hiciera”, afirma.
HERENCIA. Antonia Chancay también ama lo que hace, pasión que heredó a sus hijas Roxana y Jesenia Yoza, con quienes trabaja en su taller de costura y confeccionan ropa de mujer. 
Tafetán, seda, organza, lino se mezclan en los cestos donde están las telas  de colores vivos entregadas por las clientas que la prefieren desde hace años.
Cuenta que le gustó la costura desde que tenía 15 años. Cuando cumplió 18 su abuela le regaló una máquina Singer que todavía conserva, pero que ya no utiliza. “Aprendí a coser descosiendo y cosiendo mi ropa”, añade.
En su negocio familiar también se siente la crisis económica. “Ha bajado la producción. Antes tenía trabajo para cinco días, ahora para dos o tres. Los trabajos han bajado en un 50 por ciento”, recalca mientras va dando forma a los ruedos para la falda de un vestido de quinceañera. 
Sus hijos la ayudan para que el vestido quede perfecto y señalan que también hacen arreglos.
APOYO. Una de las clientes permanentes de Antonia Chancay es Aura Centeno. La señora llegó al taller de costura a probarse varias prendas bajo la atenta mirada de “Toñita”, como la llama, quien alfiler en mano fue haciendo los ajustes.
“Prefiero  lo de acá, es mejor que mande a hacer la ropa porque me queda a la medida”, dijo.
Señaló que a veces compra la ropa a la que le manda a hacer ajustes, pero usualmente compra la tela a su gusto y busca el modelo.
“Hay que apoyar lo nuestro, especialmente en estos tiempos de crisis”, señaló.
El hecho de que los alumnos ya no desfilen uniformados, también ha disminuido el trabajo en los talleres de costura, donde el ruido de las máquinas de coser disminuye y muestra que la crisis también los golpea.
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