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Santo Domingo de los Tsáchilas
Peatonal 3 de Julio: Un mundo en un kilómetro

La peatonal 3 de Julio no es solo un kilómetro de adoquines, es un kilómetro de voces, de gritos, música, olores, de ventas, de incansable trabajo.

Viernes 02 Octubre 2015 | 14:18

De este pasaje dependen familias enteras, “es un pequeño gran mundo de sobrevivencia”, dice Nelson Corella, presidente de la Federación de Comerciantes Minoristas 3 de Julio.

Es la “casa” de 1.380 comerciantes informales, que laboran desde las seis de la mañana hasta las siete de la noche. Allí desayunan, almuerzan y en ocasiones hasta meriendan. Ellos no desaprovechan el tiempo para tomar una siesta y descansar.
Las mañanas son más ajetreadas que las tardes. Hay gritos, niños correteando ante los ojos de los “tiesos” guardias, hombres que cargan en sus hombros correas o toallas, hay ambulantes ofreciendo bocaditos que despiertan el hambre a más de uno.
Es un largo pasaje de 15 metros de ancho aproximadamente, dividido en dos estrechos pasillos. Allí se puede encontrar desde una camiseta hasta un alfiler.  
José María Vilcacundo está despierto desde las cuatro y media de la mañana. Él habita a un costado de la peatonal y es expectador de la escena diaria que en este mercadillo se vive.
De la calle Latacunga a la Tulcán las carpas se arman desde las cinco. Luego empieza la “minga”, todos los comerciantes limpian su área y adecúan sus puestos para ofrecer su mercadería.
Francisco Palacios, pertenece a la Asociación 20 de Abril Pavo Real y dice que la bahía es como su segunda casa, porque allí desayuna y almuerza. “Comemos del primero que pasa ofreciendo tarrinas”, refirió el hombre que se dedica a la venta de animales en la 3 de Julio y San Miguel.
Los de las casetas metálicas ingresan a trabajar una hora después, entre las seis y nueve de la mañana han llegado todos. 
Al abrir su negocio Carlos Salinas lo primero que hace es asear el frente de su local, “cuando estoy con suerte, apenas voy abriendo y los clientes van llegando”, expresa. Él tiene 20 años dependiendo del comercio en este en sitio, como parte de la Asociación Eloy Alfaro.
El movimiento se acelera durante la mañana. Al mediodía por un momento la peatonal se transforma en un comedor, es la hora del almuerzo. 
Después, para algunos, es el turno de una pequeña siesta.
Para suplir sus necesidades biológicas deben ir hasta los baños públicos del Indio Colorado, la Terminal Interparroquial, del Pupusá, bajo el Municipio, en la calle Ambato o en el Augusto Egas.
En la peatonal no hay día de descanso, allí trabajan de domingo a domingo. El ajetreo es parte de la rutina, que “alimenta” a más de mil familias.
Así son las jornadas que José María Vilcacundo ve morir en cada atardecer, él se acuesta a dormir con el último ruido de los minoristas, a las nueve de la noche, cuando terminan de alzar y guardar toda la mercadería.
En la 3 de Julio se puede encontrar blusas de tres dólares hasta chalecos de 55. La variedad y los cómodos precios le han dado el éxito a la bahía.
Ofertas y remates, dicen los letreros, la cultura de los vendedores habla por sí sola, ahí en su mayoría reciben con educación a los visitantes, aunque uno solo esté de paso.  
Allí venden todo tipo de ropa, desde prendas interiores hasta elegantes vestidos de quinceañeras. Hay adornos, peluches, zapatillas, balones, juguetes, artículos para el hogar,  bisutería, relojes, mochilas, bolsos, correas, ollas y aluminio, artículos de bazar, hamacas, antenas y hasta animales como gallinas, cuyes, perros y gatos cachorros, conejos, loros, patos.
Los comerciantes ubican música, proyectan películas, lustran zapatos y ofrecen comida.
Hay boutiques, centros naturistas, farmacias, mueblerías, comedores, casas comerciales, panaderías, almacenes de celulares, locales de venta de películas y música, ferreterías, peluquerías o gabinetes de belleza, juguerías y hasta cibers.
En este pequeño gran mundo converge la cultura ecuatoriana, conviven lojanos, manabitas, riobambeños, esmeraldeños, cotopaxenses, ambateños, quiteños, carchenses y santodomingueños.
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